Este tema aborda el proceso de formación y expansión de los reinos cristianos en la Península Ibérica hasta el siglo XIII.
Los conceptos de Reconquista y repoblación. Interpretaciones historiográficas
Tras la derrota de Guadalete fueron muchos los visigodos e hispanorromanos que buscaron refugio en las regiones norteñas desde Galicia a los Pirineos y en el vecino reino de los francos. En la zona cantábrica, al refugio que proporcionaba la orografía y el clima, se une la estructura militar en castras o lugares fortificados, con lo que los musulmanes se enfrentarían en la región norteña con los mismos problemas que los visigodos, y antes de ellos los romanos, pues casi todos los pueblos habían conservado su estructura social primigenia, basada en una mayoría de hombres libres y sin apenas diferencias de clase, como observaron Barbero y Vigil al analizar los orígenes sociales de la reconquista, una tesis hoy discutida.
Los pueblos del norte, astures, cántabros y vascones resistieron duramente al dominio musulmán constituyendo núcleos de resistencia en las montañas del norte. En el sector oriental, navarros, aragoneses y catalanes, unos, aliados de los muladíes rebeldes a Córdoba y otros apoyados por los carolingios, crearon, en torno al año 800, reinos y condados en los que la autoridad cordobesa apenas si fue efectiva. Esta actitud defensiva se tornará en ofensiva y expansiva a partir del siglo XI, momento en que la desintegración del califato cordobés vuelve extremadamente vulnerables a los pequeños reinos taifas.
En nuestra respuesta nos centraremos fundamentalmente en el desarrollo de la reconquista y repoblación por parte de los distintos estados cristianos peninsulares medievales. Sin embargo, haremos primero una introducción histórica acerca de la formación de los núcleos de resistencia. Distinguiremos dos etapas claramente diferenciadas y delimitadas por la crisis y desaparición del califato: la primera es de resistencia, la segunda es de expansión, centrándonos especialmente en ésta, por responder mejor al título del tema. Concluiremos con unas referencias bibliográficas.
Formación de los núcleos de resistencia cristianos durante la alta Edad Media
Desde el siglo VIII al X los núcleos de resistencia cristiana se formaron sobre las dos cordilleras septentrionales: el reino asturleonés en la Cantábrica y los núcleos de Pamplona-Navarra, Aragón y Cataluña en los Pirineos. Debemos partir, por lo tanto, del hecho de que en estos núcleos aparecen tierras muy poco pobladas, donde perviven todavía las formas económico-sociales neolíticas, en las que no se estableció totalmente el dominio ni penetró firmemente la cultura romano-visigoda.
Aunque pudieron aprovechar, en algún momento, las luchas internas de Al-Ándalus frente a la superior potencia económico-militar de Córdoba, especialmente durante el siglo X, estos núcleos cristianos se limitaron a una política de supervivencia. La infraestructura de todos estos núcleos de resistencia se basó en una economía natural agrícola-ganadera que mantuvo relaciones comerciales con Al-Ándalus y Europa (productos de lujo, principalmente). En todos ellos, en mayor o menor grado, se desarrolló un proceso de feudalización que tendía al control de rentas en manos de una minoría nobiliaria o eclesiástica y a la confusión entre propiedad y poderes públicos.
Nacimiento y consolidación del reino astur
Hasta el siglo X, el núcleo astur-leonés fue el más importante entre los cristianos por su extensión, su fuerza económica y su estructura política. Debemos considerar el nacimiento del reino astur como un hecho asociado a los pueblos no sometidos al dominio romano, ni al visigodo (es decir no eran visigodos). En el 718 los astures no sometidos nombran rey al histórico Pelayo y éste, al mando de su ejército, derrotará a las tropas musulmanas de Alqama en la batalla de Covadonga en el año 722. Desde este momento se considera constituido el reino astur. En época de Alfonso I (yerno de Pelayo) se configura la unión de dos núcleos de resistencia frente al Islam, agregándose así al reino astur territorios más orientales. Serán los sucesores de Alfonso los que lleven a cabo la auténtica integración de estos territorios. En tiempos de Alfonso II (760-842), los musulmanes sufren nuevas derrotas en sus intentos de anexionarse el territorio astur y en razón a ello, se iniciará una nueva fase en las relaciones entre el emirato de Córdoba y los núcleos cristianos del Norte, consolidándose la primitiva monarquía astur y estableciendo la sede regia en Oviedo. Se llevarán a cabo conquistas por el actual territorio de Galicia ampliando aún más el territorio inicial. También realizó razzias en apoyo de los muladíes fronterizos a menudo sublevados contra Córdoba o en busca de botín. Desde el punto de vista político, volvió al uso del Derecho visigodo con la adopción del Líber ludiciorum y la independencia eclesiástico-religiosa respecto del primado mozárabe de Toledo. Dada la importancia de la Iglesia en la estructura económica y social del reino, la independida respecto de Toledo era fundamental y permitió reorganizar eclesiásticamente el reino, trasladando la metrópoli de Braga a Lugo, restaurando la sede de Iría y creando el obispado de Oviedo. La creación del mito-milagro del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago sirvió para potenciar esta actitud, obra de refugiados políticos mozárabes, que empezaban a huir de Córdoba y que desempeñaban ya un importante papel en la corte de Oviedo.
Ya en el siglo IX con la subida al trono de Ramiro I se consolidará la sucesión por línea patriarcal, frente a la matriarcal de origen indígena. Durante esta época se produce una gran transformación territorial ampliándose por tierras de Castilla y rebasando los antiguos límites entorno al río Ebro. Aunque en estos momentos los territorios de la primitiva Castilla se consideran integrantes del reino astur, en ellos predominaba el poder de los jefes locales, los cuales, impulsaron un proceso expansivo independiente y paralelo al del propio reino astur propiamente dicho. Con Ordoño I (850-866) empezó el descenso hacia la Meseta, repoblando Tuy, Astorga, León y Amaya.
Pero sería su sucesor, Alfonso III (866-910), quien realmente consumará definitivamente la consolidación del reino astur, ampliando las fronteras hasta alcanzarla línea del Duero (Oporto, 881, Zamora, 893) y formulando por vez primera una ideología justificadora de las conquistas a los musulmanes, según la cual, el reino astur sería el heredero del reino visigodo de Toledo y de ahí su derecho a reconquistar lo que le fue arrebatado. Esta filosofía, promovida por los intelectuales mozárabes de la corte, supone por un lado una ruptura con la tradición cántabro-astur, que como decíamos al principio nunca formó parte ni del pueblo ni de la cultura visigoda, y por otro la adquisición de una identidad totalmente deslindada de sus verdaderos orígenes. El asentamiento de la población fue organizado por la monarquía en dos modalidades: apresura (ocupación) individual de pequeñas tierras por parte de campesinos libres o la presura colectiva de mayores espacios por un señor o un monasterio con sus colonos y siervos. En conjunto, se ocuparon territorios de una extensión de unos 70.000 km2 y se estableció la capital en León.
En estos tiempos aparece ya documentada la existencia de varios jefes locales muy poderosos que a la muerte de Alfonso III dominarán la zona este del valle del Duero (el conde Diego Rodríguez que fundó Burgos y repobló otros territorios y el conde Ñuño Nuñez que ostentará el poder desde Brañosera al río Esguera, entre otros).
El reino de León y los orígenes del reino de Castilla
La proclamación de Abd-al-Rahman III como Califa de Al-Ándalus en el 929supone el inicio de uno de los periodos más brillantes y poderosos de la España musulmana en todos los sentidos. Esto, obviamente, influirá sobre la España cristiana, pero a pesar de ello, la consolidación del dominio cristiano sobre el Valle del Duero era ya un hecho.
Con el ascenso al trono astur-leonés de Ramiro II (931-951) comenzará la ocupación de las tierras del sur del Duero. Como los ejércitos musulmanes evitaban en sus incursiones los llanos despoblados de tierra de nadie, atacaban remontando el valle del Ebro, penetrando por Pancorbo o desde su fuerte base de Medinaceli. La frontera oriental era, por ello la más peligrosa. El reino de León procuró defenderla aliándose con los rebeldes muladíes del Ebro, apoyando al núcleo navarro o fortificando las tierras de Castilla. Hacia el año 850 se cita a Rodrigo como primer conde de esta zona fronteriza a la que acuden, durante los siglos IX y X, repobladores cántabros y vascos occidentales escasamente romanizados que se rigen por costumbres ancestrales y no por la legislación visigoda de León. Este particularismo castellano, debido en gran parte a la mayor libertad que permite la peligrosidad de la frontera, culmina con el conde Fernán González y sus sucesores, prácticamente independientes. Las frecuentes sublevaciones se apoyaban en su caballería villana y en las plazas fortificadas.
Durante el reinado de Ordoño III (950-956) se abre el camino hacia una realeza débil. El poder de los nobles aumenta y su control sobre la monarquía también. La política exterior se complica en estas fechas, realizándose pactos con el Califato cordobés, con el reino navarro y con el condado de Castilla. Ante el recrudecimiento de los ataques musulmanes, en el año 975 se producirá una alianza cristiana integrada por los reyes de León y Navarra y los condes de Castilla, Monzón y Saldaña. Con el poder de Almanzor se producirá un retroceso de la expansión de Castilla y León (ocupación de León y saqueo de Santiago de Compostela en 997). Claudio Sánchez Albornoz ha sido uno de los historiadores que más páginas ha dedicado al origen y desarrollo de estos estados cristianos del noroeste peninsular y a sus obras nos remitimos.
Los orígenes del reino de Navarra
Los primeros núcleos de resistencia establecidos en los valles pirenaicos vivían una problemática común basada en la lucha por mantener su independencia frente al imperio carolingio, la persistente fuerza de los musulmanes del valle del Ebro, y, finalmente, su propia debilidad.
La ancestral insumisión de los vascones frente a los visigodos, seguirá vigente tras la ocupación musulmana frente a estos,- pero también frente a astures y francos. La defensa de este pequeño territorio fue llevada a cabo por sus pobladores apoyándose alternativamente en unos enemigos contra otros. Los primeros núcleos de resistencia navarros serán Pamplona y Sangüesa. Pamplona tuvo guarniciones francas y musulmanas. Con apoyo de la familia muladí rebelde de los Banu-Qasi, la familia Arista, que dirigía una población vascona con formas socioeconómicas de carácter tribal, apenas romanizada y escasamente cristianizada, fue capaz de expulsar a los francos algún tiempo después del desastre de Carlomagno en Roncesvalles.
Su primer rey será Iñigo Arista (820-851), según las genealogías de Roda o Meya, redactadas hacia fines del siglo X. En el 943 aparece en Navarra la dinastía Jimena con el rey Sancho Garcés que emprenderá una ofensiva militar. De todas formas, la debilidad del primitivo reino navarro quedará patente en la derrota de Valdejunquera ante las tropas califales. Su sucesor García Sánchez I (926-970) anexionará el condado de Aragón. Con Sancho III, el Mayor, Navarra se constituye en pieza fundamental en el norte cristiano. Entre los autores que se han dedicado al origen del reino navarro conviene destacar a José María Lacarra.
El núcleo de Aragón
Es poco conocido debido a la escasa documentación conservada. Tras un breve domino de los francos, en Aragón se impusieron los intereses ganaderos de la familia Galindo (conde Aznar Galindo), que se asentaba en la comarca de Jaca. El núcleo aragonés, debido a su pobre densidad demográfica, osciló entre la influencia franca, el dominio musulmán y la expansión del reino de Navarra. En la segunda mitad del siglo IX consiguió también su independencia religiosa de Toledo y a principios del X, aun conservando cierta autonomía, entró en la zona de influencia de Navarra.
Más al Este debemos destacar los Sobrarbe (desde Ainsa a Barbastro) y Ribagorza (con capital en Roda), más primitivos aún que Aragón, y que quedarán bajo control navarro con Sancho III, el Mayor. El condado de Pallars sirve de frontera con Catalina. Parte de la obra de José María Lacarra sirve para ampliar este apartado.
Los condados catalanes de la Marca Hispánica
Los francos denominaron Marca Hispánica, en un primer momento, a la zona defensiva de su imperio que abarcaba las tierras de la margen izquierda del río Ebro. Más tarde, tras el fracaso de Roncesvalles (778), la Marca se redujo al área geográfica oriental, organizada en varios condados independientes (Barcelona, Gerona, Ampurias, Rosellón, Vic y Urgel-Cerdaña) con autoridades nombradas por la monarquía franca, que los agrupa o disgrega a su voluntad y entre los que lentamente se consolidó el grupo Barcelona-Gerona-Vic.
El interés de los francos era detener las incursiones musulmanas en el Languedoc, así, en el 785 los francos ocuparon Gerona y en el 801 Barcelona. El Conde Vifredo ocupa la Plana de Vic entre los años 880-890 y establece la frontera desde el Montsec al Garraf, manteniéndose durante los dos siguientes siglos.
El desarrollo sociopolítico de estos condados debe entenderse dentro de la descomposición del imperio carolingio: las grandes familias de funcionarios tienden a hacer hereditarios sus cargos. Tras el testamento de Luis el Piadoso toda la nobleza-funcionaria empieza a dar muestras de independentismo y desde la capitular de Quierzy, los cargos-funcionarios se hicieron hereditarios, estableciéndose la confusión entre autoridad y propiedad.
El proceso de feudalización está claro en esta zona de la península y aunque el conde Borrell II (954-992) consiguió la independencia definitiva, los condes catalanes continuaban siendo vasallos de los reyes francos y desde el punto de vista eclesiásticos continuaron dependiendo del arzobispado de Narbona hasta el siglo XII.
A la hora de estudiar la “repoblación” de la Cataluña altomedieval, los trabajos de Ramón de Abadal son de una importancia similar a los referentes al área castellano-leonesa realizados por Sánchez Albornoz. Los más recientes de P. Bonassie suponen un excelente complemento y una visión renovadora desde el punto de vista metodológico.
La expansión de los reinos cristianos durante la plena Edad Media
Causas de la expansión
En primer lugar, abordaremos las causas de esta expansión. La disgregación política de Al-Ándalus en diversos reinos taifas, fruto de un particular proceso de feudalización, será una ocasión extraordinaria para los reinos cristianos de penetrar y avanzar sobre las posiciones musulmanas debilitadas. Al principio los reinos taifas capearon la amenaza mediante el pago de fuertes impuestos o parias que no evitaron por otra parte las razzias de botín, practicadas por nobles y concejos de la frontera. Finalmente, a veces se vieron obligados a recurrir al apoyo norteafricano (almorávides, almohades, benimerines), contra cuyos ejércitos se dieron las únicas grandes batallas de la Reconquista.
Los Estados cristianos del norte impusieron su potencia militar debido a las posibilidades que les permitía el dinero recibido. Por una parte, se construyeron mejores fortalezas, por otra se pudieron pagar más tropas mercenarias y se efectuó una transformación de la caballería que repercutió en el aspecto social de la guerra. Hasta ese momento las mesnadas estaban formadas mayoritariamente por infantes y una caballería ligera de nobles o villanos caballeros. La introducción de estribos, la espuela y las herraduras permitieron una mejor monta y el uso de un equipo de combate más completo; se impuso una nueva caballería pesada, que decidía las batallas en compactos ataques frontales. Esto especializó la guerra: mantener un equipo de combate resultó cada vez más caro y propio sólo de una minoría guerrera, a la que los monarcas se vieron obligados a conceder grandes beneficios.
Por último, hay que señalar que a medida que se extendía el avance de los reinos cristianos, se desarrollaba entre los monarcas y sus círculos de poder la conciencia de que se estaba efectuando una “reconquista” de tierras que habían sido cristianas (reino visigodo), y de que la lucha tenía un carácter religioso de “cruzada” o guerra santa (intervención de los cruzados transpirenaicos en Barbastro, 1064; en la conquista de Toledo; en las Navas de Tolosa, etc.)
Elementos que aceleran la repoblación
Los elementos que influyeron en el movimiento repoblador-colonizador fueron:
Fue posible, en primer lugar, gracias al desarrollo demográfico que, como en el resto de Europa, tuvo lugar durante los siglos XI-XIII. Las cifras globales que pueden aceptarse teniendo siempre en cuenta la falta de documentación, triplican los 500.000 habitantes de fines del siglo IX a finales del siglo XI, para alcanzar los cinco millones y medio al iniciarse el siglo XIV.
Éste aumento de población se vio neutralizado, en gran parte, por las constantes migraciones hacia las nuevas tierras conquistadas. Esta masa de emigrantes fue, sin embargo, insuficiente tras las rápidas conquistas del siglo XIII, debido en parte a que los señores feudales procuraron impedirla, reteniendo a sus campesinos libres o colonos. Ello repercutió en los repartos y en la estructura sociopolítica.
La línea de repoblación más importante se desarrolló en dirección norte-sur, a medida que la frontera con Al-Ándalus avanzaba y se consolidaba.
Pero deben tenerse en cuenta también las migraciones transpirenaicas (francos principalmente) y el trasvase de masas mozárabes desde Al-Ándalus hacia el norte. Los dos ejemplos más claros de Navarra y Castilla fueron la repoblación (muchas veces por francos) de las ciudades del Camino de Santiago (Jaca, Pamplona, Nájera, Burgos, Sahagún, Villafranca del Bierzo, Santiago) y del litoral cantábrico, desde Fuenterrabia a Bayona de Galicia.
Los principales núcleos de población fueron: la aldea, la villa y la ciudad. Las aldeas suponen explotaciones agrícola-ganaderas de población dispersa; las villas exigen una mayor concentración de habitantes (valle del Duero, Ripollés…). Ambas acaban, o nacen ya, sometidas al señorío de nobles, Iglesia o monarca. Exceptuando Barcelona, Pamplona o León, las principales ciudades fueron las hispano-musulmanas conquistadas (Toledo, Zaragoza, Córdoba, Sevilla, Valencia…).
Evolución geográfica y cronológica
Aunque sea esquemáticamente, la expansión puede dividirse en tres etapas:
Primera etapa. Se desarrolló durante los siglos XI y primera mitad del XII y representó, en los reinos occidentales (Castilla-León-Portugal), la consolidación de la parte meridional del valle del Duero y la ocupación del valle del Tajo y, en los reinos orientales, la conquista del valle del Ebro. En ambos frentes se luchó contra los almorávides.
Segunda etapa. La ocupación del alto Guadiana (La Mancha) y de los cursos altos del Turia y Júcar en un enfrentamiento decisivo contra los almohades, a los que una coalición de mesnadas de los reinos cristianos venció definitivamente en las Navas de Tolosa (1212).
Tercera etapa. Como fruto de esta victoria se produjo la rápida conquista (1220-1264) del valle del Guadalquivir y Murcia por Castilla, del bajo Guadiana y del Algarve por Portugal, y del reino de Valencia y las Baleares por la Corona de Aragón. Sólo quedó el Reino Nazarí de Granada liquidado a finales del siglo XV.
A continuación, repasamos someramente el avance en cada uno de los reinos.
Navarra, Castilla y Aragón en el primer tercio del siglo XI
La importancia de Navarra fue mucho mayor de lo que su expansión territorial podría indicar. La influencia de Navarra en Castilla, León, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza será cada vez más importante. La política de enlaces matrimoniales y las campañas militares fueron las causas de esta tendencia a la unidad que desbarató el testamento de Sancho III, el Mayor (1035), al consagrar la división de sus estados, aunque tratando de mantener la preeminencia del reino de Navarra. Durante su reinado Navarra se extendió desde el Esla hasta el Ribagorza; se anexionó Castilla y ocupó incluso la ciudad de León. El testamento creó los nuevos reinos de Castilla (Fernando I) y Aragón (Ramiro I), que se convertirían en los centros más importantes de la reconquista. A Castilla le estaría encomendado un papel hegemónico en la Meseta. A Aragón le estaría reservado un protagonismo decisivo en el valle del Ebro. En cualquiera de los dos casos, el empuje principal de los dos noveles reinos sería a costa de sus vecinos musulmanes.
Las Navas de Tolosa (1212). La gran derrota almohade
El 16 de julio de 1212, un ejército cruzado encabezado por los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, derrotó a un contingente islámico formado por fuerzas norteafricanas y andalusíes, y dirigido por el califa almohade, Abu Abd Allah Muhammad al-Nāsir. El enfrentamiento campal que tuvo lugar aquel día cerca del pueblo de Santa Elena (Jaén, España) se conoce como la batalla de Las Navas de Tolosa y representa uno de los más importantes hitos de la historia de la guerra entre cristianos y musulmanes en las fronteras medievales ibéricas.
Desde muchos puntos de vista, la batalla de Las Navas de Tolosa fue un acontecimiento extraordinario y así fue entendido por los contemporáneos. Pretendemos poner de manifiesto las razones por las cuales fue considerado como un hecho tan singular y con tanta repercusión en toda Europa.
Expansión castellano-leonesa en los siglos XII y XIII
Durante el reinado de Fernando I (1037-1065) la política conquistadora será expansiva y se verá reforzada por un internacionalismo, fruto del espíritu de cruzada que invade Europa por estos tiempos.
Como sucesor de Fernando, subirá al poder su hijo Alfonso VI quien logrará un sólido asentamiento en el Valle del Tajo, con la definitiva conquista de Toledo en el 1085. Por esta misma época estará actuando por toda la zona levantina el famoso vasallo de Alfonso, Rodrigo Díaz de Vivar, “el Cid” que llegará a conquistar Valencia. La llegada de los almorávides a mediados del s. XII supondrá un freno a esta expansión castellano-leonesa.
El reino castellano-leonés será heredado por Urraca, casada con el rey de Navarra y Aragón. Este matrimonio supone el primer intento de unificación de los reinos hispano cristianos. La oposición de la nobleza y el alto clero darán al traste con esta unión.
El poderío almorávide se va viniendo abajo por propia descomposición interna, lo cual es aprovechado por Alfonso VII (nieto de Alfonso VI) para retomar la iniciativa militar. A la muerte de este, el reino castellano-leonés se dividirá entre sus sucesores y el proceso de avance sobre los musulmanes se verá sensiblemente ralentizado. No obstante, en el 1212 tiene lugar un importante éxito cristiano: la derrota de los almohades en las Navas de Tolosa, acción conjunta de los reyes hispano-cristianos capitaneados por Alfonso VIII de Castilla.
Con la unión definitiva de Castilla y León en 1230 y con la Mancha en manos cristianas se inicia la conquista de Andalucía. La toma de Sevilla en el 1248 supondrá el inicio del declive musulmán que tendrá lugar en los años siguientes. Alfonso X el Sabio, consolidará estas conquistas y fundará en Toledo y Sevilla las famosas escuelas de Traductores, lo que inaugurará el auge de la cultura y literatura castellanas. Conquistada Tarifa por Sancho IV en 1290, solo permanecerá en manos musulmana el reino de Granada.
La ocupación territorial se hizo de formas muy diversas. En la antigua Taifa de Toledo permanece la población anterior a la conquista (musulmanes, mozárabes y judíos) y a ella se suma una presencia cristiana dominante. En Castilla se asentarán franceses, vascos, riojanos y mozárabes. El Sur de Castilla y la Bélica en cambio fue otorgada en grandes lotes a las órdenes militares y a grandes señores, dando a la zona el fuerte carácter latifundista que aún hoy pervive.
El reino de Navarra
Tras el esplendor que supuso el reinado de Sancho III, el reino de Navarra pasa a entrar en un proceso de debilitamiento hasta que en 1076 será dividido entre castellanos y aragoneses. Recuperará su independencia e identidad con García Ramírez. Los sucesores de éste lucharán para resistirá la presión castellana. Esta situación impide la expansión territorial de este estado hacia el sur. Ante el temor a la desaparición total del reino, los nobles navarros entregan la corona a un señor feudal del monarca francés. Castellanos y aragoneses intentan en 1247 apoderarse nuevamente del reino navarro y para evitarlo se produce el enlace matrimonial entre Juana I de Navarra y Felipe IV de Francia.
El reino aragonés y los condados catalanes
Aragón se constituirá en reino con Ramiro I (1035-1063), se expandirá hacia el sur con Alfonso I de Navarra y Aragón (1104-1134) y a través del compromiso matrimonial entre Petronila, hija del rey Ramiro (hermano de Alfonso I) y el conde de Barcelona (Ramón Berenguer IV), se establecerán las bases de la futura unión catalano-aragonesa. Alfonso II (1162-1196) será proclamado ya rey de Aragón y conde de Barcelona. Bajo Pedro II (1196-1213) y Jaime I (1213-1276) se conquistará definitivamente Mallorca, Ibiza y Valencia. Pedro III iniciará la política de expansión comercial por el Mediterráneo (1276-1285) haciéndose con el control de Sicilia, y Alfonso III (1285-1291) la consolidará.
El reino de Portugal
El condado vasallático de Portugal fue creado por Alfonso VI para su hija Teresa, casada con Enrique de Borgoña. Desde un principio mostrará deseos de independencia y en el 1138, el hijo de este matrimonio Alfonso Enríquez, hasta el momento conde de Portugal, será nombrado rey por las Cortes de Lamego, tras la victoria sobre los musulmanes de Ourique. En 1147 tomará Lisboa y serán sus sucesores quienes culminen la conquista del territorio portugués en el siglo XIII.
La repoblación se hizo no solo con el elemento poblacional autóctono, sino también con contingentes europeos. Los nobles y grandes órdenes religiosas y militares fueron los grandes beneficiados territorialmente de esta conquista.
La ocupación de los valles del Tajo y del Ebro
El proceso de conquista de los valles del Tajo y del Ebro, desde el punto de vista militar supuso:
La ocupación, dentro del territorio musulmán, de bases estratégicas (ciudades, castillos) que rompían las comunicaciones de Al-Ándalus: Toledo, que domina la ruta del Guadalquivir-Tajo-Ebro; castillo de Aledo desde el que una guarnición saquea sistemáticamente Murcia; el Castellar, 1091, desde el que se bloquea Zaragoza.
El enfrentamiento con los almorávides, que obtuvieron éxitos espectaculares, pero poco efectivos en Zalaca, llamada también Sagrajas (1086), y Uclés (1108), para ser vencidos finalmente en el siglo XII (Cutanda,1119), lo que permitió la ocupación definitiva (1135-1150) de los valles del Tajo y Ebro.
Los hitos geográfico-cronológicos son: sobre el Tajo, Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo (1085) y Alfonso Enríquez de Portugal, Lisboa (1147); y sobre el Ebro, Alfonso I de Aragón conquistó Zaragoza (1118) y Ramón Berenguer IV los últimos centros de resistencia en Cataluña (Tortosa, 1148; Lérida, 1149).
Desde el punto de vista de la repoblación, se producen algunas variantes en cada reino.
Castilla, en una primera etapa, repobló entre el Duero y el Sistema Central, zonas poco habitadas y peligrosas (hasta la conquista de Toledo) por su proximidad a la frontera. Los monarcas concedieron amplios fueros a los repobladores, que se concentraron en grandes términos municipales o concejos (ciudades amuralladas con una importante extensión de tierras o alfoz): Salamanca, Ávila, Soria… A estas ciudades acudieron hombres libres, nobles, prófugos…; eran, sin embargo, ciudades de ganaderos campesinos, que se comprometían a armar milicias concejiles para su defensa y para las mesnadas del monarca.
La repoblación del valle del Tajo llevó a tomar un primer contacto con un importante núcleo de población indígena (musulmanes, judíos, mozárabes) a los que, en Toledo, se superpusieron castellanos y una importante colonia de francos. Pero, después de la derrota definitiva de los almorávides, la mayor parte de la población indígena fue expulsada y la repoblación adquirió el mismo carácter concejil, con amplios fueros (estas tierras eran ahora frontera peligrosa): Toledo, Guadalajara…
La repoblación del valle del Ebro se llevó a cabo de una manera peculiar, ya que se mantuvo la población musulmana indígena, que ahora se llamarán mudéjares. Se pueden distinguir dos variantes: la de los núcleos urbanos del valle (Zaragoza, Tudela, Lérida, Tortosa) que quedaban lejos de la peligrosidad de la frontera, y la de los núcleos fronterizos existentes o creados (Calatayud, Daroca, Belchite…). En los primeros se obligó a los musulmanes a trasladarse a barrios extramuros conservando sus tierras de cultivo, mientras que los colonos cristianos ocuparon las casas del centro de la ciudad y recibieron lotes de tierras yermas. En los segundos se concedieron fueros o cartas pueblas, para atraer a todo tipo de gente, que recibió mayor o menor cantidad de tierra según poseyera o no caballo.
Las tierras conquistadas de los valles del Duero, Tajo y Ebro eran, sin embargo, tan amplias (50.000 km2 en escasamente 40 años) que fue necesario buscar repobladores en todas partes: navarros, araneses, catalanes, francos, mozárabes (expedición de Alfonso I de Aragón por tierras de Andalucía, 1125 con los que se inició un sistema de repartimiento que se generalizó en el siglo XIII).
La ocupación de los cursos altos de los ríos Guadiana, Turia y Júcar
Esta etapa de la Reconquista se desarrolló entre 1150 y 1212. Supuso, al mismo tiempo, una delimitación de fronteras entre los estados cristianos. Portugal y León se disputaron la zona de Extremadura. Portugal ocupó Beja y León conquistó Alcántara y Albuera. Castilla (Alfonso VIII) y la Corona de Aragón (Alfonso II) consolidaron su dominio en el Sistema Ibérico: Aragón ocupó el alto Turia donde fundó la ciudad de Teruel (1170), Castilla conquistó Cuenca (1177). Ambos monarcas, reunidos en Cazorla (1179), delimitaron sus fronteras y las futuras zonas de influencia.
La arremetida almohade recuperó las tierras extremeñas (campaña de 1174) e infligió a Alfonso VIII de Castilla la derrota de Alarcos (1195), cuando el monarca intentaba defender las tierras del alto Guadiana (campó de Calatrava). Los monarcas cristianos (Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón -I de Cataluña-, Sancho VII de Navarra y Alfonso II de Portugal) organizaron una cruzada para la que solicitaron el apoyo de Roma y con la que obtuvieron junto al puerto de Despeñaperros, en Sierra Morena, el éxito definitivo de las Navas de Tolosa (1212); sin duda alguna la batalla más importante de la Reconquista.
La defensa de estas zonas de Extremadura, del alto Guadiana, Turia y Júcar, exigió la creación de unas tropas permanentes. Con ese fin se crearon las órdenes Militares, especie de hermandades de caballeros-monjes, que establecieron fuertes castillos en la Mancha y el Maestrazgo. Las más conocidas de estas Órdenes Militares fueron la de Calatrava (1158) en Castilla, la de Alcántara y Santiago (1170) en León y, ya en el siglo XIV, la de Montesa en la Corona de Aragón.
La conquista del valle del Guadalquivir, Murcia, el reino de Valencia y las Baleares
En esta rápida etapa de la Reconquista (apenas 35 años entre la ocupación de Cáceres, 1227, y la de Cádiz, 1262), junto a las mesnadas formadas por tropas nobiliarias de las Ordenes Militares y concejiles, intervinieron las primeras marinas de guerra que facilitaron la conquista de Sevilla, de Baleares y de la costa valenciana.
En Castilla, la Reconquista, obra de Fernando III y Alfonso X, supuso la capitulación o conquista de las principales ciudades de Extremadura (Cáceres, 1227, Alfonso IX de León; Badajoz, 1228), del valle del Guadalquivir (Córdoba, 1236; Jaén, 1246; Sevilla, 1248), y Murcia (1243-1266). Portugal, por su parte, ocupó el valle inferior del Guadiana (1230-1239), el Alentejo y el Algarve (Faro, 1249). En la Corona de Aragón Jaime I conquistaba las Baleares (Palma de Mallorca, 1229), Valencia-línea del Júcar (1238) y Denia-Biar (1245).
Aragón y Portugal habían llegado al límite de sus posibilidades de Reconquista; Castilla mantendría, durante otros doscientos años, la frontera con Al-Ándalus, reducido al reino de Granada.
La repoblación fue difícil por la extensión de las tierras conquistadas (140.000 km2) y la reducida potencia demográfica de los conquistadores. En general se optó por mantener la población musulmana en las ciudades y en las zonas donde la tierra estaba más repartida (huertas valencianas, Guadalquivir medio, Murcia). Pero hubo zonas donde esta población fue exterminada (Menorca) o prefirió emigrar hacia Granada y norte de África (Mallorca; en el bajo Guadalquivir emigraron 500.000 musulmanes), con lo que quedaron enormes espacios vacíos. La monarquía estableció un sistema de repartimiento entre los que habían intervenido en la conquista.
En Andalucía, Extremadura y Murcia, aparecieron entonces enormes latifundios, propiedad de la nobleza, las órdenes Militares (sobre todo en la frontera con Granada) o la Iglesia (arzobispado de Toledo). Pero bastantes ciudades (Sevilla, Murcia) formaron concejos reales con amplios fueros para atraer repobladores (vascos, asturianos, castellanos, cántabros…) que debían permanecer un mínimo de cinco años para consolidar sus propiedades.
En la Corona de Aragón, el repoblamiento de Mallorca se hizo preferentemente con hombres de Cataluña. El Libro de repartimentos de Mallorca detalla minuciosamente el reparto de 362.500 ha. realizado por los mensuradores y scriptores de Jaime I. La repoblación de Valencia fue diferente. En una primera etapa, nobles aragoneses y órdenes Militares que habían iniciado la conquista, recibieron extensas tierras en el Maestrazgo y la mayor parte de lo que hoy es la provincia de Castellón. Conquistada Valencia (1238), la monarquía dirigió la repoblación hasta el río Júcar instalando preferentemente campesinos catalanes en la zona litoral y aragoneses en el interior. En las tierras del sur del Júcar, que en general habían sido ocupadas por capitulaciones y no por conquista militar, se mantuvo, en principio, a la mayoría de la población musulmana.
La pujanza cultural de la Península Ibérica
La España medieval dista mucho de la imagen tópica de un lugar atrasado. Más bien se sitúa en cabeza de las ciencias y la cultura de los diversos reinos que conformaron la cristiandad europea medieval.
Escuela de Traductores de Toledo: ¿mito o realidad?
¿Existió realmente la Escuela de Traductores de Toledo? ¿Por qué en Toledo? ¿Quiénes patrocinaron esta iniciativa cultural? ¿Quiénes la conformaron y con qué medios contaron? ¿Cuáles fueron sus objetivos y cómo trabajaron? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder a través de la conferencia.
Ptolomeo, Euclides: traducciones de matemáticas y astronomía en Toledo
En la conferencia del ciclo La Escuela de Traductores de Toledo, el filólogo e investigador científico del CSIC Mariano Gómez Aranda repasa algunas de las obras más importantes de matemáticas, astronomía y astrología traducidas del árabe al latín por Gerardo de Cremona y Miguel Escoto en Toledo. En la disciplina matemática destacan las traducciones, por Gerardo de Cremona, de los Elementos de Euclides y El libro de Álgebra de al-Jwarizmi, que introdujo el sistema decimal de posición en el Occidente latino. Las traducciones, por Gerardo de Cremona, del Almagesto de Ptolomeo y, por Miguel Escoto, de los Principios de astronomía de al-Bitruyí –que partía de conceptos de Aristóteles– revolucionaron las teorías medievales escolásticas. El catálogo de constelaciones del Almagesto de Ptolomeo se amplió con la traducción al castellano del Libro de las estrellas fijas de al-Sufi que se realizó en el taller de la corte de Alfonso X en Toledo.
Aristóteles, Galeno y Avicena en la Escuela de Traductores de Toledo
En medicina, los traductores en Toledo optaron por los tratados de Galeno, el gran médico griego del siglo II d. C. Estas obras determinarían en gran medida los fundamentos del funcionamiento de la salud y la enfermedad, proporcionando conceptos fundamentales como la teoría de los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) y las cuatro cualidades básicas (calor, frío, humedad y sequedad). También contribuyó al desarrollo de la medicina medieval la traducción del Canon del médico persa Avicena, llevada a cabo por Gerardo de Cremona. Esta obra se convertiría en la Edad Media en el manual básico para el tratamiento de los problemas de salud.
Las traducciones de las obras filosóficas de Aristóteles se basaron, en varios casos, en los comentarios a las mismas por parte del filósofo cordobés Averroes, que tamizó el pensamiento del sabio griego a través del filtro de la religión. De esta manera, las teorías aristótelicas adquirieron mayor importancia en el Occidente latino, dando lugar a debates y discusiones acerca de aquellos asuntos más controvertidos desde el punto de vista religioso, como la idea de la eternidad del mundo, que entraba en contradicción con el dogma de la creación de la nada, concepto defendido por musulmanes, judíos y cristianos.
La traducción del tratado De anima de Avicena contribuyó a desarrollar la filosofía sobre la psicología humana en Occidente. Varios pensadores cristianos de gran relieve, como Alberto Magno o Roger Bacon, harían uso de los textos de Avicena en sus tratados filosóficos.
Alfonso X y la Escuela de Traductores de Toledo: rupturas y continuidades
Las prácticas de traducción que caracterizan a la llamada Escuela de Traductores de Toledo no se limitan al siglo XII, sino que continuaron en el siglo XIII, durante los reinados de Fernando III de Castilla y León (1231-1252) y Alfonso X (1252-1284). En la parte final de reinado de Fernando III, cuando Alfonso X aún era infante, y cuando este accedió al trono, se produjeron importantes cambios en la forma en que trabajaban los traductores. La mayor novedad fue la adopción del castellano como lengua meta de las traducciones en lugar del latín. Algunos textos del árabe recibieron una doble versión, latina y romance, pero son minoritarios. No siempre conservamos los nombres de los responsables de estas traducciones alfonsíes, salvo en el caso de los textos científicos, lo que permite localizar gran parte de estas versiones en Toledo (sin exclusión de otros lugares, como Burgos y Sevilla).
En la conferencia se presentarán las similitudes y diferencias de las traducciones acometidas en este periodo con las de épocas anteriores, así como con las versiones no debidas a la iniciativa regia.
Hacia la unificación política en la baja Edad Media
La Baja Edad Media coincide en la Península Ibérica con un enfrentamiento casi constante entre nobleza y realeza, propio de la fase de feudalización en la que se encuentran todos los reinos cristianos peninsulares. De esta lucha saldrá victoriosa la monarquía Trastámara, que se hace con el poder en Castilla y en Aragón y culmina la unificación política y la conquista del último bastión musulmán.
Crisis de la expansión
Alfonso X muere en 1284 dejando una pesada herencia En primer término, una cuestión sucesoria de compleja solución. Otro fue también el peligro para la realeza castellana: la frontera de Granada, desde donde nazaríes y benimerines realizaron profundas correrías hasta el interior de los territorios recientemente conquistados.
Durante su breve reinado, Sancho IV dio muestras de gran energía. Para conjurar el peligro islámico, se llegó a un acuerdo con Aragón (Monteagudo, 1291) por el cual se fijaba un reparto de futuras influencias en el Norte de África Proyecto irrealizable. Las armas castellanas se limitaron a conquistar Tarifa, pieza clave para el control del Estrecho. Los años inmediatos a la muerte de Sancho IV (1295) suponen un peligroso momento de inestabilidad. En torno a 1300 se llevan a cabo algunas rectificaciones de fronteras (Acuerdo castellano-portugués de Alcañices, acuerdo castellano-aragonés de Agreda) por los que los límites entre los distintos Estados hispano cristianos quedan fijados de forma prácticamente definitiva La reconquista, en el sentido de ocupación de amplios espacios, queda detenida en estos años.
Pero la obra de Alfonso XI arrojó otro saldo positivo. Cara al mundo islámico acometió una política sumamente acertada: en 1330 se ocuparon algunas plazas fronterizas del reino de Granada (Pruna, Ayamonte, Teba…), lo que obligó al monarca nazarí a estrechar su alianza con el soberano benimerín Abul-Hasan, el castellano hizo lo propio con su colega portugués, cuando un gran ejército africano cruzó el Estrecho.
El encuentro decisivo tuvo lugar a orillas del río Salado (1340) y se resolvió con un gran éxito cristiano. Alfonso se aprestó a sacar partido de la victoria presionando de nuevo en la frontera granadina y, sobre todo, poniendo cerco a Algeciras con la colaboración de los marinos genoveses. La plaza cayó en 1344. En los años siguientes se puso sitio a Gibraltar, pero la peste, que se cobró una de sus víctimas en el monarca castellano, obligó a levantar el asedio. Sin embargo, la retención de Tarifa y Algeciras en manos castellanas resolvía la “batalla del Estrecho” a favor de los cristianos.
En el reino de Aragón, en tiempos de Jaime II (1321-1327) continúa la expansión sobre el Mediterráneo: Sicilia, Túnez, Bujía y Tremecen (Tratado de Monteagudo) pasarán a estar bajo la influencia de la monarquía aragonesa, y gracias a los mercenarios catalanes de la Santa Cruzada(almogávares) se fundan dos nuevos ducados en el extremo oriental del Mediterráneo. Atenas y Neopatria. Por último, la ocupación de Cerdeña cerrará la lista de conquistas acaecidas durante el reinado de Jaime II. Con sus sucesores se iniciará el proceso de integración de Aragón, Valencia, Mallorca, Rosellón, Cerdeña…etc.
Tras la muerte de Martín, el Humano, sin descendencia, en Aragón triunfará la dinastía Trastámara con la subida al trono Fernando de Antequera y se consolidará con Alfonso V que continúa la política expansiva, ahora muy italianizante. El reino de Aragón sufrirá episodios violentos como la rebelión de los burgueses y la de los payeses de remensa. En 1479 tendrá lugar la sucesión al trono de Juan II por parte de su hijo Fernando II (1479-1516) esposo de Isabel, reina de Castilla.
El final de la reconquista

La pacificación impuesta por los Reyes Católicos en Castilla y la continuada pugna de facciones en el interior de Granada fueron circunstancias favorables para la consumación del proceso reconquistador.
Bajo los Trastámara sólo se habían hecho algunos intentos sin demasiadas consecuencias. El más importante fue el emprendido por el infante Don Fernando, como regente de Juan II y previamente a su elección en Caspe, que se saldó con la toma de Antequera. Con don Álvaro de Luna se hizo otra intentona cuyo resultado fue la victoria de Higueruela, aunque sin consecuencia apreciable. Enrique IV, en los inicios de su reinado, llevó también a cabo sistemáticas operaciones de tala en la Vega granadina, pero la insurrección de la nobleza echó por tierra estas perspectivas. Sin embargo, en el verano de 1462 el duque de Medina Sidonia se apoderaba de Gibraltar.
Veinte años más tarde, los castellanos procedían a iniciar las operaciones definitivas. Miguel Ángel Ladero considera la existencia de tres etapas en la conquista granadina. La primera, entre 1482 y 1485, se inició con la toma de Alhama, auténtica cuña desde la que se procederá a la ya rutinaria tala dela Vega granadina y a intervenir en la guerra civil en apoyo del príncipe Boabdil. La segunda fase transcurrirá entre 1485 y 1487 y se caracterizará por la presión castellana en la zona malagueña, en donde la capital ofrecerá una dura resistencia antes de capitular en agosto de 1487. La tercera fase, coincidiendo con la pugna entre Boabdil y su tío “el Zagal”, se inició con un conjunto de operaciones desde el Adelantamiento de Murcia que propiciaron la caída de Vélez Rubio, -Mojácar, Baza, Guadix y Almería. Los castellanos, agotados por el esfuerzo de diez años de guerra, se limitarán en lo sucesivo a apretar el cerco de Granada, cuya caída oficial se producirá el 2 de enero de 1492.
Aunque las capitulaciones por las que las plazas se entregaron a los castellanos conllevaban el respeto a los bienes y libertades de los vencidos, muchos de éstos (en particular la aristocracia) optaron por la emigración al Magreb. En los años siguientes, el afianzamiento de repobladores castellanos, andaluces y murcianos irá haciendo cada vez más difícil la convivencia entre la comunidad cristiana y la islámica.
La anexión de Navarra en 1512 por Fernando el Católico con tropas castellanas pondrá fin a la etapa francesa y culminará la unidad política que dará lugar con el tiempo a España. Portugal, tras un breve periodo de esplendor económico con el rey Dionis (siglo XIV), comenzará una época de continuos enfrentamientos con Castilla y será Juan I de. Avis (1383-1433) quien consolidará definitivamente la independencia del reino, que, tras haber expulsado a los musulmanes, se lanza a la conquista del océano.
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