Temario de Historia

Tema 27. La civilización griega desde sus orígenes a la época helenística

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La Civilización Griega ha realizado grandes aportaciones a Occidente, siendo considerada, de hecho, la cuna de la Civilización Occidental. De todas ellas, seguramente será la primitiva democracia ateniense la más importante, aunque no podemos dejar atrás el pensamiento racional de la Filosofía, así como la creación en sus vertientes literaria y artística. Por otro lado, muchos de los mitos griegos han formado la base sobre la cual se ha desarrollado con el paso de los siglos el imaginario colectivo de Occidente.

Introducción

Video del canal Academia Play, donde encontramos una muy buena síntesis del tema que nos ocupa. La Antigua Grecia es junto con el cristianismo el germen de la cultura occidental. Su historia se divide en cuatro periodos: edad oscura, época arcaica, periodo clásico y periodo helenístico.

Desde el punto de vista político, la evolución desde formas de gobiernos más o menos autoritarias (monarquía y oligarquías aristocráticas) a otras en la que la participación de los ciudadanos (democracia), inauguró un nuevo modo de entender el devenir lógico del desarrollo de la vida pública y la construcción de un Estado abierto a, más o menos, todos sus integrantes. Desde el punto de vista económico, el acceso a una mejor posición social a través de las actividades comerciales y manufactureras contribuyó a la consolidación definitiva de la alternativa eficaz al dominio económico de las élites terratenientes; además, las colonizaciones griegas supusieron una primera experimentación de la expansión económica de un pueblo sin por ello romper sus lazos con su patria de origen. Desde un punto de vista social, la figura del ciudadano, y todo lo que esto significaba en la vida diaria de los griegos, contrasta fuertemente con la situación muy desigual de los esclavos y las mujeres.

Finalmente, desde el punto de vista de la cultura, los logros del pensamiento racional, el cuerpo complejo de mitos y ritos religiosos, así como la rica producción literaria en todas sus vertientes (épica, lírica, teatro, etc.), tuvieron su plasmación en muchos de los temas recogidos por el arte griego, sin duda una de las herencias más perdurables e impactantes en la posterior historia de la humanidad.

Jacques Ellul, en una larga introducción a su Historia de las instituciones de la Antigüedad, realiza un breve estudio histórico de la Civilización Griega dentro del marco de la cuenca mediterránea en el que propone cinco hipótesis que explicarían la importancia histórica de dicha civilización.

  • En primer lugar, explicita las características diferentes de las Civilizaciones del Próximo Oriente Antiguo que precedieron a la Civilización Griega. Estas civilizaciones orientales poseían un carácter más continental que marítimo y unos rasgos políticos estatalizantes, con una organización social y política en la que predominaba de modo absoluto el Estado sobre los individuos. Estas dos consideraciones serán la base de las restantes hipótesis.
  • En segundo lugar, la formación de la Civilización Griega, llamada aquí “marítima y del hombre”, está relacionada con las actividades comerciales y marineras, y que aquellas nacieron, en un primer momento, con el desarrollo de las culturas egeas, cretense y micénica.
  • En tercer lugar, se produce un desplazamiento del centro político y económico de esta “Civilización marítima y del hombre” desde el Oriente mediterráneo (costa jonia) hacia Occidente (primero a Grecia propiamente dicha, luego a la Magna Grecia y a la costa del Mediterráneo occidental con las colonias).
  • En cuarto lugar, la actividad comercial y el control de las rutas serán el origen y fundamento de la creación de los nuevos poderes en Grecia.
  • En quinto y último lugar, la actividad comercial y el tamaño de las nuevas organizaciones políticas (ciudades-Estado) favorecieron la conformación de sistemas políticos humanizados, en los que el individuo, el ciudadano, no está absolutamente subordinado al Estado.

Culturas prehistóricas y la edad de bronce

Marco geográfico de la Hélade

Hélade (Ἕλαδε), el endónimo con el que los antiguos griegos se identificaban, comenzó siendo la denominación homérica de una región de Grecia continental (el centro de Tesalia), habitada por el pueblo de los helenos. El patronímico o gentilicio «heleno» es similar al nombre del príncipe troyano Héleno (hijo de Príamo y Hécuba) y al de la propia Helena de Troya. El pueblo de los helenos (Ἕλενος) fue uno de los que constituyeron el pueblo griego de la Antigüedad según Herodoto y Tucídides (helenos, pelasgos, dorios y jonios). La utilización posterior del término se amplió, bien a todo el territorio de la Grecia europea, bien a todo el territorio habitado por griegos, bien a la totalidad de lo griego, incluyendo los aspectos intelectuales.

El concepto tiene una dimensión espacial difícil de delimitar, dada la extensión que alcanzó la civilización griega con las colonizaciones y con el imperio de Alejandro (reinos helenísticos). No menos extenso es su alcance intelectual, ampliado posteriormente con la helenización de la Antigua Roma, que convirtió el arte y la cultura clásica en el fundamento de la civilización occidental.

Pero sí podemos acotar territorialmente el núcleo de la civilización griega. Las costas recortadas y lo abrupto del relieve hicieron de los griegos un pueblo volcado al mar Egeo (talasocracia) y acusaron la idiosincrasia de cada una de las tribus, a pesar de la unidad cultural helénica.

  • Grecia continental: septentrional (Tesalia, Macedonia, Epiro), central (Ática, Dóride, Lócride, Etolia, Arcanania, Boecia, Fócide) y meridional (el Peloponeso y sus regiones de Acaya, Élide, Arcadia, Laconia, Mesenia),
  • Grecia insular (las Cícladas, las Espóradas, Creta)
  • Grecia colonial (Etolia, Jonia y Dóride en Asia Menor, así como las colonias de la Magna Grecia).

Tránsito desde el Neolítico a la Edad de bronce.

En la Grecia continental las culturas neolíticas (Sesklo, Dimini) son sustituidas por los pelasgos que traen los primeros metales, según los relatos de Tucídides. En la Grecia insular, la Civilización Cicládica (3000-2000 a. C.) y la Civilización Minoica o Cretense (2600-1350 a. C.) son influidas por Oriente (Egipto y Fenicia). Luego, los jonios y aqueos (indoeuropeos) establecen la posterior Civilización Micénica (1600-1200 a. C.). En definitiva, de la Talasocracia[1] cretense al imperialismo micénico que protagoniza la guerra de Troya, este período se caracteriza por el heroísmo de sus protagonistas, muchos de ellos convertidos en los personajes de los mitos (Minos) y poemas (la Ilíada y la Odisea de Homero) más importantes de la Grecia antigua.

En esta conferencia el profesor emérito de Filología Griega Alberto Bernabé reconstruye las formas religiosas de las culturas minoica y micénica, a través del testimonio combinado de los textos, los objetos, las representaciones artísticas y los usos posteriores. El ponente explica las diferencias y afinidades de las divinidades, las localizaciones del culto y las prácticas rituales minoicas y micénicas, y las conecta con la religión griega posterior. Entre los dioses micénicos se encuentran mencionados: Zeus, Hera, Posidón, Atenea, Ártemis, Ares, Hermes, Ilitía y Dioniso.

La civilización minoica

Introducción

Recibe este nombre, dado por Sir Arthur Evans en honor del mítico rey Minos, la civilización floreciente en Creta desde el año 2000 a.C. ca. cuyo predominio e influencia en el mundo egeo son manifiestos, con una evolución en la Edad del Bronce muy distinta y propia. Su situación geográfica y la riqueza de su suelo le proporcionaban pocos recursos minarales, pero en la parte este y centro grandes praderas y mesetas pastorales, olivos, vides, robles, cipreses y en la partes norte y este playas protegidas favorables para el atraque de barcos de todo tipo.

ISLA DE CRETA
Principales yacimientos de la civilización minoica de la isla de Creta

Antes del 2500 a. C. son escasos los restos de metales, salvo la obsidiana de Melos. No obstante, desde el 2500 al 2000 la población crece en número y la riqueza gracias a los adelantos técnicos: predominio de herramientas de piedra y arcilla, aun después de la introducción de la metalurgia.

La característica principal de Creta en esta época, según Finley, es la absorción de elementos culturales (y de población) procedentes de Grecia continental, las Cíclades, Asia Menor, Siria y Egipto gracias al comercio dentro de su desarrollo propio y coherente. Imprimieron su cultura cretense a los jarrones y objetos metálicos (puñales de cobre) y ya en el Minoico Antiguo MA empieza a aparecer el embrión de la arquitectura minoica con su estructura aglutinada en forma de celda de panal.

Respecto al origen de la civilización minoica desde el punto de vista etnológico es difícil adscribir a los cretenses minoicos con algún pueblo conocido. Una de las tesis más admitida es que son herederos directos de los habitantes neolíticos de la isla (que llegarían a la misma hacia el 6000 a. C.) y que los pueblos no neolíticos (indoeuropeos o no indoeuropeos) que pudieran haber llegado a la isla no se impusieron, sino que se vieron absorbidos por la cultura cretense sin imponer la suya. Palmer, el eminente lingüísta, plantea que la destrucción de los palacios hacia el 1700 a. C. es obra de la penetración en la isla de un pueblo anatolio, los luvitas, lo que explicaría también el cambio de escritura, Lineal A en vez de la jeroglífica, pero a falta del desciframiento del Lineal A, nada es seguro. Si seguimos las noticias de Creta que da Homero en la Odisea, la población cretense era una población mixta conformada por cidonios, eteocretenses y pelasgos, pueblos de los que, aparte del nombre, apenas se sabe nada.

Características sociales, culturales y económicas

Los rasgos de esta civilización que le concedieron tal predominio cultural son los siguientes:

En cuanto a la religión no poseen deidades antropomórficas (lo que estaría muy relacionado con los cultos de los neolíticos a las fuerzas de la naturaleza), salvo la Gran Diosa Madre, diosa de la fertilidad también conocida como la Gran Dama del Laberinto, que aparece representada en ocasiones con el vestido típico minoico y serpientes en ambas manos, símbolos ellas también de las fuerzas fértiles de la tierra.

Para el ejercicio de sus cultos poseen pequeños santuarios semisubterráneas, dentro de los palacios en ocasiones, y cuevas próximas al lugar de asentamiento; parece ser que estas cuevas eran la primitiva morada de los primeros habitantes neolíticos de la isla; posteriormente las abandonarían como morada, pero no como santuarios; se han encontrado rituales de la cultura minoica implica la relación del toro (animal de gran carga sexual, erótica y fertilizadora) por noticias de los murales de Cnosos y de la leyenda de Minos y el Minotauro;

Knossos Bull Leaping Fresco
Taurocatapsia (del griego antiguo ταυροκαθάψια). Fresco del salto del toro, en Cnosos

En el embalsamamiento de los muertos utilizan la miel al tiempo que en los rituales de los muertos interviene la fermentación como proceso natural de renovación de la vida;

Posee una sólida base económica con una población densa (se calcula que la población de la isla en época de esplendor debía rondar entre 400.000 y medio millón de habitantes) así como una agricultura y ganadería muy productivas (se calcula así mismo que el número de rebaños sólo de ovejas de Cnosos rondaría los 1000);

El comercio se veía favorecido por la fabricación y exportación de productos de lujo en oro (cf. lámina del pendiente de oro) y plata, cerámicas; poseía una gran flota, provocada por su situación insular, posición estratégica, sus productos manufacturados y su escasez de materias primas metálicas;

Sociedad presentaba una fuerte especialización: escribas, carpinteros, pastores, agricultores, armeros, escultores, lapidarios, vidrieros, alfareros, orfebres, herreros, curtidores, tejedores, pintores, etc.

jeroglifico
Tablilla escrita en jerogífico
lineal b
Tablilla escrita en lineal B

Poseían la escritura (tomada de otro pueblo o desarrollada en suelo propio), divisible ésta en tres etapas: jeroglífica, Lineal A y Lineal B (este último sistema sólo de época micénica y para anotar ya la lengua griega, es evolución del lineal A, que en opinión de algunos podría anotar el luvita);

Liderazgo espiritual y material de una autoridad palaciega (que parecía recibir el nombre de Minos) que estaba obligada a renovar su mandato cada año mediante un casamiento-rejuvenecimiento con la Gran Diosa Madre representada en la gran sacerdotisa, celebración que sería sin duda de carácter neolítico y vestigio de una sociedad matriarcal;

Cada familia poseía una parcela de tierra que trabajaba para sí mismos y parece que la clase esclava o no existía o lo hacía en una proporción muy pequeña;

La paz reinante puede que sea la característica minoica más peculiar, pues les llevó a no fortificar sus asentamientos, ocupar las llanuras y los lugares abiertos y desprotegidos; no hay que atribuirla a su flota poderosa como hace Evans con su talasocracia; la flota era comercial y no guerrera.

La civilización minoica alcanzó tal esplendor que, gracias a sus contactos comerciales, pudieron exportar su modo de cultura a todo el Egeo: a lo largo del II milenio las Cícladas recibieron paulatinamente una fuerte influencia de Creta si bien no hay emplazamientos colonizadores, sólo comerciales, y paralelamente en la Grecia continental, donde se produjo un amplio proceso de unos 400 años denominado «minoización de los griegos» (llegados hacia el 2000 a. C.) y que daría lugar a la posterior civilización micénica (1600 a. C.). Después, hacia el 1400 los papeles se invirtieron y serán los griegos micénicos los que darán lugar a la «micenización de Creta».

Los palacios minoicos

El rasgo que más sorprende de la civilización minoica es, sin embargo, el modo de asentamiento de la población entorno a un edificio central: el palacio, un complejo civil al servicio de la ciudad.

Cnossos planol
Plano del palacio de Cnosos

Desde que Evans en la frontera entre el siglo XIX y XX descubriera las ruinas del palacio de Cnosos, el mayor de los palacios encontrados, hasta nuestros días el hallazgo, desenterramiento y estudios de poblaciones con palacios se ha visto aumentado en grado sumo; se han encontrados palacios de los que ni siquiera se conoce el nombre, pues en época clásica no existían tales asentamientosy no se tenía consciencia y recuerdo de los mismos, de ahí que hayan recibido nombres actuales; sus nombres son: Cnosos, Zakro, Malia, Festo, Canea o Kania, Hagia Tríada, Gurniá, y poblamientos de Tilisos, Kamilari, Mirtos y Palakaistro.

Los palacios minoicos se caracterizan por unas peculiaridades que no se encuentran en ninguna otra civilización del mundo y dicen mucho en favor del grado de civilización de los minoicos:

Colocación y extensión del palacio orgánicamente a partir de un área central abierta, un patio, como continuación de la forma colectiva de la organización social neolítica;

Frente a otras culturas no es un templo o lugar sagrado el centro del palacio ni del poblado, sino que el templo del palacio, aparte de ser pequeñas dependencias-santuarios, ocupan un lugar marginal dentro del palacio y reproducen y recuerdan cavernas; esto concuerda con el hecho de que los ritos se celebraran en cuevas y es posible que con procesiones;

Los palacios que cuentan con dos y, a veces, tres pisos presentan generalmente un gran número de habitaciones y dependencias de la planta baja a talleres y a almacenes para el grano, el aceite, el vino, etc.

Dotaban al palacio de un aspecto de grandeza mediante tres efectos de ornato: frescos recubriendo las paredes interiores de las dependencias más importantes (casi siempre motivos naturales marinos, o pugilatos o escenas de toros; escalinatas y palacios revestidos con piedras centelleantes cortadas en losas con escoplos y sierras consiguiendo un magnifico efecto con poco material (sólo los romanos en la Antigüedad consiguieron algo similar al revestir con losas de mármol los edificios más importantes de Roma, como el Coliseo);

Finalmente también dotaban a las columnas cierta fascinación con su forma ovalada y la policromía del palacio; al mismo tiempo dotaban al palacio de un aire de ligereza mediante la utilización de grandes tragaluces para iluminar las habitaciones; mámparas plegables y correderas de madera y pilares-columnas en vez de tabiques para separar determinadas dependencias; umbrales en las antesalas; varios patios en el palacio, de los que el central solía estar empedrado;

Higiene de los palacios mediante un sistema de eliminación de residuos mediante un alcantarillado, un sistema de drenaje y otro de ventilación para las habitaciones gracias a grandes ventanales y tragaluces;

Por último la sensación que da todo palacio minoico es la de un laberinto y no es de extrañar; los pasillos que conducen a las dependencias reales y principales tienen forma de de zigzag; las escalinatas no son rectas, sino que frecuentemente son en forma de curva con lo que el visitante era conducido a sus dependencia y a las dependencia reales por un camino indirecto dando un rodeo; al mismo tiempo las dependencia de palacio y las casa de la ciudad se aglomeran y agolpan al modo neolítico, recordando en muchos casos los callejones y callejuelas de los poblados árabes; posteriormente la idea de laberinto se convirtió en la de trampa desconcertante, si bien en un origen no lo era. La idea de construcción de palacios y asentamientos viene dada por una aversión a la simetría en las fachadas y trazados de los edificios. Laberinto con todo es una denominación de origen indoeuropeo (sufijo en -nth-) que no se sabe si se aplicaba al conjunto del palacio o a una sala donde al parecer se danzaba una compleja danza (llamada del laberinto), parte del ritual de la Gran Diosa Madre entre la luz y las tinieblas (vida y muerte), cuyos pasos estarían dibujados en el suelo marcando la dirección del baile. Indicar que la noción de laberinto y el minotauro parece aplicarse en la Antigüedad sólo al palacio de Minos en Cnosos.

No obstante no todos los palacios pertenecen al mismo período y algunos de ellos fueron reconstruidos dos o tres veces durante el II milenio debido a las catástrofes naturales (terremotos, maremotos y la acción conjunta de ambos como consecuencia del estallido del volcán de la isla de Tera hacia el 1500-1400); esto ha llevado a diferenciar dentro de la cronología cretense y minoica:

  • Período prepalaciego: 2600-2000 a. C. (Minoico Antiguo MA II y MAIII)
  • Período palaciego 1º: 2000-1700 a. C. (Minoico Medio MM I y MM II); palacios de Cnosos (puede que anterior al 2000), Malia y Festo;
  • Período palaciego 2º: 1700-1400 a. C. (Minoico Medio MM III y Minoico Reciente MR I A y MR II B); nuevo palacio de Festos, el de Zakro, Hagia Tríada y Gurniá;
  • Período postpalaciego: 1400-1100 a.C. (Minoico Reciente MR III) de época micénica; el nuevo palacio de Hagia Tríada.

Por el tamaño del palacio y del asentamiento Cnosos debía ser la «capital» del mundo minoico y las demás poblaciones con palacios eran ciudades de segundo orden con unos gobernantes o príncipes posiblemente subordinados al poder del gobernante de Cnosos que también eran, como aquél, jueces y sacerdotes, juntamente con el mantenimiento del monopolio de la metalurgia de los poblamientos al tener los talleres en el propio palacio. Es muy probable que además existieran diseminados por las llanuras de Creta una serie de terratenientes semiindependientes.

La leyenda de Minos, rey del mar

La leyenda más o menos completa, sin entrar en las distintas variantes o versiónes, de Minos dice:

Zeus abandonó a Europa en Creta, después de haber engendrado en ella a tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón. En Creta Europa se casó con Asterio. Los tres hermanos se enamoraron de un joven llamado Mileto y cuando éste prefirió a Sarpedón, Minos expulsó a Mileto de Creta y éste fundó la ciudad de Mileto. A la muerte de Asterio Minos reclamó el trono, dedicó un altar a Posidón y pidió que saliese del mar un toro; salió un gran toro blanco y Minos ganó el derecho al trono. Al no placerle a Sarpedón, Minos lo expulsó y se exilió en Cilicia, donde se convirtió en rey. Minos casó entonces con Pasífae y Posidón, para vengarse de un cambio en un sacrificio prometido, hizo que Pasífae se enmorara del toro blanco y disfrazada con una vaca de madera construída por Dédalo, engendró del toro al Minotauro. Para ocultar tal afrenta Minos encargó a Dédalo la construcción de un lugar apartado de Cnosos para encerrar al Minotauro y Pasífae. Dédalo construyó el Laberinto. Radamantis se quedó en Creta y le transfirió a su hermano la costumbre de reunirse cada nueve años en una cueva con Zeus y obtener nuevas leyes para su pueblo.

Minos parece ser el título que recibía el gobernante y la dinastía regia de la cultura cretense minoica de Cnosos, personaje que debía realizar funciones administrativas y sacerdotales. De él nos han llegado noticias a través de la mitología y de los filósofos e historiadores que han hablado de su figura. Platón opinaba que Minos era un gobernante muy sabio al tiempo que un gran juez que cada nueve años se reunía con Zeus; los arqueólogos e historiadores modernos parecen haber identificado esta noticia con una ceremonia que se celebraba cada ocho años completos en las que Minos renovaba su mandato como gobernante, pero no sirviendo a Zeus sino a la Gran Diosa Madre minoica, de la cual dependía y a cuyo cargo estaba como sacerdote.

Antes de seguir quiero indicar que la tradición mitológica de Minos confunde en este nombre a todos los gobernantes de Cnosos (pues era su título y de ninguno de ellos se nos ha transmitido el nombre) así como los gobernantes micénicos que, tras invadir la isla, asumieron la regencia de la isla bajo el mismo título que el gobernante micénico, es decir, que se unen tradiciones minoicas y micénicas, al tiempo que las acciones de muchos gobernantes distintos; la idea del servicio de Cnosos a Zeus transmitida por Platón, sería micénica y el servicio a la Gran Diosa Madre, minoica.

Otra noticia anacrónica de su mitología es que se le hace hijastro de Asterio, nieto de Doro, lo que significa que par la mitología Creta era doria, cosa que no sucede hasta el final del II milenio a. C. Al mismo tiempo Téctamo, padre de Asterio, se dice en la mitología que llevó a Creta una mezcla de eolios y pelasgos (incluyendo quizás jonios del Ática), quizá haciendo referencia a los habitantes de la isla allá el s. VIII a. C. compuesta de aqueos, dorios, eolios, pelasgos y cidonios. El reconocimiento del poder de Minos sería la afirmación del poderío dorio en la isla.

Por contra la mitología nos transmite también una rama del linaje de Minos ajena al mundo griego: su madre Europa, hermana entre otros de Cadmo, rey de Tebas, es hija de Agenor, hijo de Libia y Posidón y procedente de Egipto, y de Telefasa o Argíope, procedente de Canaán. La significación de su nombre, «de ancho rostro», es un sinónimo de la luna llena, título de las diosas lunas Deméter Lebadea y Astarté en Sidón (quizá relacionadas con la Gran Diosa Madre minoica, de la que la luna era un símbolo). La violación de Europa por parte de Zeus recogería un ritual en la que la sacerdotisa de la Luna cabalgaba a lomos del toro-Sol. Se ha querido ver una incursión de Creta en Fenicia par explicar este mito.

La noticia del joven Mileto nos da cuenta de la más que probable fundación de Mileto por parte de cretenses (minoicos o micénicos), confirmada además por el hecho de que a Ladé, en Mileto, se la relacione con el cementerio de Asterio.

Que Sarpedón emigrara a Asia Menor, a Caria y Licia, se ha interpretado como el establecimiento de lugares para el comercio de Creta con dichas regiones.

La noticia de la relación de Pasífae con el Minotauro se explica como un rito en el que la Gran Sacerdotisa de la Luna, que llevaba cuernos de vaca (Pasífae), y el rey Minos, con una máscara con cara de Toro celebraban un casamiento ritual bajo una encina. El toro es el animal ritual de Creta: quedan ferescos con escenas de toros (el famoso salto del toro, deprote o rito), era animal de sacrificio y hay estatuillas de bronce.

El Laberinto como ya se ha dicho es el palacio de Cnosos, un conjunto asimétrico e intrincado de habitaciones, antesalas, vestíbulos y corredores en el que un visitante extraño fácilmente se perdía. Para Evans el nombre vendría de labrys , palabra lidia y caria que significa hacha, haciendo referencia a las dobles hachas, signo de la disnastía real minoica de Cnosos. También recoge la idea de un ritual, un mosaico dibujado en el suelo como patrón a seguir en la realización de un baile (como actualmente las danzas «laberínticas» de la Pascua de Resurrección en Rusia y Gales).

No obstante tenemos otras nociones acerca de Minos. Una concepción de Minos como un gobernante sabio hace referencia a los Minos minoicos, mientras que la idea de Minos autárquico es una caracterización derivada de Minos el último gobernador micénico de Cnosos antes de su destrucción, el cual ejerció una cruel dominación para adquirir una riqueza suficientemente grande para extender su poderío más allá de Creta a las Cícladas y quizá a otras islas (Chipre?).

Heródoto nos transmitieron al mismo tiempo dos ideas acerca del poder de Minos: una, su poderosa flota (la comercial de los minoicos) y otra, el carácter guerrero de la misma (obra de los Minos micénicos); esta idea fue llevada más lejos por Evans cuando desenterró Cnosos: invistió a Minos como el dueño y señor del Egeo bajo el ejercicio de su talasocracia, un reinado del miedo y un control del mar que Homero en la Odisea XI califica de despótico. De nuevo se mezclan el Minos minoico y el micénico: los gobernantes minoicos establecieron en todo el Egeo establecimientos comerciales en las costas, sin llegar a colonizar las regiones donde establecían dichos enclaves; comercialmente hablando sí dominaban el Egeo y tenían una «talasocracia comercial» dentro y fuera del Egeo, al tiempo que nunca usaron las armas para nada y la paz era la nota dominante de su civilización; por su parte, los Minos micénicos sí establecieron pequeñas colonias en el Egeo y además ejercieron una dominación despótica basando su poder en la guerra, de aquí la idea de talasocracia despótica.

Las colonias que Tucídides afirma que Minos creó en el Egeo hay que considerarlas como misiones comerciales o diplomáticas enviadas por la Creta minoica para garantizar la buena voluntad y la ayuda de y a los isleños; el ejemplo más característico que se haya descubierto arqueológicamente hasta ahora es Akrotiri en la isla de Tera.

Ritos relacionados con Minos

Al mito de Minos se asocian muchos más: el de sus hijos, el de Pasífae, el de Sarpedón, el de Radamantis, pero creo que dos son los más significativos: el de Dédalo y el de Teseo y Ariadna.

El mito de Dédalo

Dédalo pertenece a la familia real de Atenas, descediente de Erecteo y se caracterizaba por ser un herrero admirable y ser un hombre de ingenio sin igual. Huyó de Atenas por asesinar a su sobrino, otro inventor que le superó al descubrir la sierra. Al llegar a la Creta de Minos trabajó a su servicio, gozando de su favor en paz. Tras el asunto de Pasífae y el Minotauro, Minos lo encerró en el Laberinto por él mismo construído junto con su hijo Ícaro. Para huir del laberinto ideó la construcción de alas con cera y plumas para el y su hijo; éste pereció por acercarse demasiado al sol y derretir el sol la cera; otra versión dice que lo hizo con un barco que le prestó Pasífae y se refugió en Sicilia y que Ícaro cayó al mar; otra más dice que inventó las velas para la navegación y así huyó. Minos salió a buscarlo y Sicilia dicen que mató a Minos mientras se bañaba con pez o agua hirviendo.

Su mito también presenta acronismos. Dédalo, Talos y Hefesto parecen ser títulos de un mismo personaje mítico. El mito de Dédalo y Talos y el de Dédalo e Ícaro parecen combinar el ritual de quemar al sustituto del rey solar, que se había puesto alas de águila, en la hoguera de primavera con el rito de arrojar un fármaco con alas de perdiz.

La huída del laberinto se entiende como la huída del piso del mosaico con la danza del laberinto, pero la huída a Sicilia se entiende como la huída de los forjadores de bronce nativos de Creta a Cumas, Sicilia y Cerdeña como consecuencias de las invasiones micénicas y dorias.

Aunque Dédalo consta como ateniense por un demo que lleva su nombre, las artes dedálicas fueron importadas de Creta a Atenas. A él se achacan la invención de las velas de los barcos, lo que permitió una mayor velocidad de éstos (y por ello Minos no lo pudo alcanzar en el mar) o al menos inventó algún artilugio que dotaba de mayor velocidad a los barcos.

Teseo y Ariadna

Minos ordenó que los atenienses enviaran siete muchachos y siete muchachas cada nueve años a laberinto de Creta, donde esperaba el Minotauro para devorarlos. A Teseo le tocó ir por sorteo o el propio Minos lo eligió en Atenas. Al llegar a Creta, Ariadna, hija de Mino, se enamoró de él y le ofreció el modo de escapar del laberinto: un ovillo de hilo mágico y las instrucciones acerca ce cómo entrar y salir del laberinto: abrir la puerta de entrada y atar al dintel el hilo que se irá desenredándose conforme avance; luego, una vez muerto el Minoturo, sólo hay que recorrer el camino inverso. Hecho eesto condujo a puerto a todo el grupo ateniense y llevó consigo a Ariadna a la que abandonó en Naxos.

Grecia comenzó a minoizarse desde el XVIII a. C. a partir de los lazos comerciales impuestos por Creta. El mito parece ser una rebelión de los atenienses contra los cretenses: construcción de una flota, rebelión y saqueo de Cnosos y un tratado de paz creto-ateniense (casamiento entre Teseo y Ariadna); esto debió de producirse en época micénica y no minoica. El tributo de los jóvenes atenienses al Minotauro era exigido a Atenas y al matar Teseo al animal o vencer en la lucha a Minos (cuyo símbolo era el toro) libera a los atenienses del tributo. Es posible que en alguna época (minoica o micénica) hubiera sacrificios humanos en Creta.

La civilización micénica

En la Grecia continental hacia el 2000 a. C. penetra un nuevo pueblo indoeuropeo, los griegos, desde el Épiro (su patria originaria según afirma Aristóteles) y los Balcanes; este pueblo era de civilización inferior que los pobladores anteriores a los que suplantaron, por lo que durante 400 años aproximadamente se dedicaron a asimilar la cultura superior de sus predecesores, al tiempo que se enriquecieron con la aportación cultural de los minoicos.

ciudades micenicas
Principales ciudades micénicas de Grecia

Hacia el 1600 a.C. en la Civilización Egea se produjo un punto de inflexión debido al surgimiento de la denominada Civilización Micénica, que rápidamente logró eclipsar a todas las demás con un sorprendente desarrollo. Fue ésta, como predecesora del mundo griego, la que logró finalmente unificar todo el mundo egeo en un único marco cultural bastante homogéneo, la Grecia Clásica. La civilización micénica recibe su nombre gracias al desenterramiento de Micenas por parte de Schliemann y ser ésta el mayor núcleo poblado y de mayor empuje de esta cultura (coincidiendo así con la idea de Homero de que Micenas era la más poderosa por ser su rey, Agamenón, el general en jefe de la tropas griegas en la batalla de Troya).

El catedrático de Arqueología y arqueólogo Manuel Bendala presenta un recorrido por la patria de Agamenón, Micenas. En el siglo XIX, el arqueólogo alemán H. Schliemann confió en la historicidad de los poemas de Homero, y decidió excavar, además de las ruinas de Troya, las de Micenas. En esta sesión se detallan las primeras excavaciones, así como otros trabajos arqueológicos que desenterraron, de la tierra y del olvido, los excepcionales vestigios de la ciudad –la Puerta de los Leones, el Tesoro de Atreo y el Palacio de Micenas, entre ellos–, símbolo de uno de los momentos más brillantes y trascendentes de la historia de la humanidad.

Micenas, en la Argólide, se convierte en un centro de riqueza y poder con una civilización guerrera sin igual en la zona del Egeo; no obstante no es el único centro de población importante de Grecia central y meridional que surge y brilla con esplendor en esta época: Pilos en Mesenia, Tebas, Glá y Orcómenos en Beocia y Tirinto también en la Argólide y parece que bajo la Acrópolis de Atenas reposa un primitivo asentamiento fortificado micénico.

El período de esplendor micénico va desde el 1600 al 1150 a. C., cuando se configuran los palacios descritos en la Ilíada y sus reinos: Pilos, Tebas, Orcómenos, Glá, Atenas y Micenas.

Lo escabroso del terreno en Grecia continental provocó que el dominio total sobre la península balcánica fuera imposible, pero no así en el mar: la construcción de una flota poderosa les permitió la aventura y conquista de ultramar y sustituir a los minoicos como dominadores del Egeo.

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Máscara micénica realizada en una lámina dorada, llamada «máscara de Agamenón», Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Características de la civilización micénica

Muchos son los rasgos que diferencian de un modo tajante esta civilización de la minoica; la diferenciación étnica fue el detonante de ellas. Las principales características son:

  • Por primera vez los gobernantes quieren dejar constancia de su vida y su status social, manifestado sobre todo en el enterramiento; por primera vez se delimitan espacios sagrados para tumbas; es el caso de los dos círculos de tumbas delimitados de Micenas fuera del casco urbano con ajuares para los muertos, lujosos objetos metálicos y objetos guerreros (petos de oro, collares, pendientes y máscaras faciales de oro, etc…); es la inmortalización del poder y la autoridad; (uno de los círculos, con la ampliación de las murallas de Micenas quedó encerrado dentro del núcleo fortificado);
  • El enterramiento presenta la novedad de la colocación de losas verticales para indicar las tumbas con grabados de escenas de animales, cacerías, militares o círculos como signo sagrado; junto a los suntuosos enterramientos están los enterramientos introducidos por los griegos desde el 2000 a. C.: son enterramientos en tumbas en forma de cistas (grandes vasijas), bien individuales o familiares, en posición vertical con los cuerpos en posición fetal; el enterramiento se producía dentro de la casa o al pie de los muros de la misma;
  • Elaboración de objetos de lujo muy bellos y exquisitos como abalorios de ámbar, las joyas arriba citadas de oro, alfilera con cabeza de cristal de roca y escudillas en forma de plato también en cristal de roca;
  • Aparición del carro de combate; parece ser un elemento que trajeron los griegos y que exportaron a la Creta minoica; se conocía el carro de bueyes para transportes, pero el carro de combate se caracteriza por su ligereza y por ser llevado por caballos (en Creta minoica se usó el tiro de caballos para transporte al ser un pueblo pacífico); otra arma propia de los micénica es la espada larga y muy particular es la armadura de láminas de metal (bronce) y casco de dientes de jabalí;
  • La sociedad presenta una estratificación social muy marcada, dominada por una nobleza guerrera que concentra el poder (en los enterramientos se ha visto que además son de una altura y corpulencia mayor que el resto de habitantes de estos asentamientos); también hay especialización del trabajo en función de las habilidades técnicas y artísticas;
  • El rasgo propio que quizá defina más a los micénicos y domine en todo su teritorio es la gran tumba llamada de tholos (o de colmena) de las que la más famosa es la denominada Tumba de Atreo en Micenas: una gran cámara mortuoria construída por completo con grandes bloques de piedra, de dimensiones enormes y que no tiene precedentes arquitectónicos ni dentro ni fuera de Grecia;

El rasgo propio que quizá defina más a los micénicos y domine en todo su teritorio es la gran tumba llamada de tholos (o de colmena)

  • La vida micénica también está marcada por una gran religiosidad: el futuro panteón griego se empieza a dibujar en estas fechas con las divinidades indoeuropeas aportadas por los griegos: Zeus, Hera, Posidón, Artemis, Atenea, Hermes, Ares y Dioniso; la santidad y temor por los muertos es un ejemplo; hacían sacrificios humanos a los dioses según las tablillas de Pilos; no obstante parece ser claramente indentificable la Gran Diosa Madre de la civilización minoica reencarnado en Potnia con el título de da-pu-ri-ti-jo (la dama del Laberinto);
  • Los asentamientos se basaban en el levantamiento de casas a modo de celdas denominadas mégaron, casas con un porche con columnas, una larga habitación rectangular y en muchos casos al final de ésta una despensa; en ellos el edificio sobresaliente era el palacio y después la adición de fortificaciones como los muros «ciclópeos» de Tirinto o las gruesas murallas de Micenas con la puerta de los Leones de acceso al complejo amurallado, protecciones contruídas con grandes peñascos y bloques de piedra labrada; el palacio era además el centro del culto religioso, junto con algunos santuarios externos a los asentamientos a modo de ermitas.

Los micénicos, en su época de esplendor, coincidente con la construcción de las grandes tumbas de tholos, desarrollaron su actividad hacia el exterior exportando sus productos y cerámicas al mundo Egeo e incluso más allá: encontramos restos de dichas actividades comerciales en Sicilia, Italia, Chipre, Mileto, Rodas y Asia Menor en el Heládico Reciente HR II A y B; de ésta época son las tablillas de Lineal B conservadas.

Hablando del Lineal B, los micénicos adoptaron de los cretenses miniocos la escritura para anotar su propia lengua, el griego; para ello transformaron el sistema de escritura y sustituyeron el Lineal A (cuya escritura sólo se encuentra en Creta) por el llamado Lineal B, que se encuentra en todos los centros micénicos del Grecia continental y que fue exportado después a Creta.

La evolución de los reinos micénicos

Los centros micénicos no eran verdaderas ciudades, aunque se les llame así (yo he preferido llamarlos asentamientos); las ciudadelas o fortalezas eran únicamente eso y sólo albergaban un palacio y poco más. Diseminadas por las cercanías de los asentamientos se han encontrado restos de poblamientos a modo de pequeñas aldeas en colinas donde habitaban en gran masa los habitantes de cada reino (de ahí que en las tablillas de los palacios se haga referencia a muchos nombres de localidades desconocidas para nosotros, pero que corresponden a estas aldeas; así sucede en Pilos).

El palacio y el reino lo regentaba un gran señor (un rey) cuya riqueza no obstante no se basaba exclusivamente de los tributos de sus campesinos; había también artesanos que trabajaban la producción de cerámicas, armas de bronce y otros artículos. Asímismo eran buenos marineros y, aparte de la rapiña y el saqueo cuando podían, se dedicaban al comercio. Artesanos y campesinos se incluían en una economía decpalacio, aunque contaran conuna organización de cierta independencia en el marco de las estructuras aldeanas. El wanax , gran señor rey, eran sustituídos en las aldeas por basileis y consejos de gerontes. que se encargaban de organizar y administrar los campos y actividades artesanales. Comenzaba la división de clases.

Los wanax y lawagetas (jefes del ejército y también con atribuciones religiosas-sacerdotales) poseían un pedazo de tierra denominado temenos por las tablillas donde se indica que es un pedazo de tierra sagrado destinado a su beneficio y usufructo privado, mientras que las demás clases sociales los basileis (administradores o ancianos de las aldeas) vigilaban la tierra denominada kekemena (de la comunidad) y los telestai poseían un pedazo de tierra denominadaktimena (propia), mientras que los demás, el damos, se encargaban o de tierra ajena o de trabajos artesanales.

Las grandes distancias entre los palacios identificados sugieren que no había un poder central en la época micénica, sino que cada palacio era independiente y que Micenas sólo era uno más (a lo mejor el mayor) y de él no dependía nigún otro centro. En cada centro aprovechaban la mano de obra de esclavos y campesinos para la construcción de los palacios, murallas y tumbas tholoi .

Los micénicos viajaron en busca de rutas comerciales, bien las de sus predecesores o bien nuevas; su motivación primera era la búsqueda de metales y de ahí que abrieran rutas hacia Occidente (Sicilia e Italia) desde el s. XV a. C., pero también al Báltico en busca del ámbar nórdico, pero también llegaron a Asia Menor, Chipre, Siria y Egipto en busca de miel, oro, tejidos, marfil, pasta vítrea, papiros, perfumes y ungüentos; lo sabemos por los restos de cerámica micénica allí encontrados.

En función de la cerámica la época micénica se subdivide en:

  • período I: ca. 1550 a. C.
  • período II: ca. 1500
  • período III A: ca. 1425
  • período III B: ca. 1300
  • período III C (incluído submicénico): ca. 1230-1050.

Del 1400 al 1200 a. C. los estados micénicos comienzan su esplendor. sus exportaciones crecen y son más visibles en casi todo el mundo conocido por aquel entonces. Todas las regiones de Grecia presentan instalaciones en el continente e islas de cultura micénica, todas ellas con un poder central que se centraba en el poder territorial.

A partir del 3500 a. C, los talleres cerámicos de la isla de Creta marcaron un hito en el mundo prehistórico gracias a la calidad y originalidad de sus producciones. Más adelante y recogiendo la tradición minoica, aproximadamente desde el 1500-1450 a. C, aparecen las piezas cerámicas micénicas, que añadirán una mayor estandarización en los diseños y un estilo figurativo donde –a los motivos marinos y florales precedentes– se incorporan figuras humanas y escenas bélicas. La profesora de Arte Antiguo de la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen Sánchez, presenta la historia de los yacimientos de Cnosos, Acrotiri y Éfeso, de donde proceden la mayoría de las piezas conservadas.

Los mitos micénicos

Del gran caudal de mitos de la mitología griega la mayoría son micénicos o de época micénica: los micénicos fueron los griegos que trajeron el panteón (todavía incompleto) de dioses configurado totalmente un poco más tarde, al tiempo que todos los héroes son herederos de una sociedad guerrera (y la primera sociedad guerrera en suelo griego fue la micénica); a ello hay que sumar que los mitos que no eran originariamente micénicos (los de los minoicos y otros provenientes de Egipto y Asia Menor) se confundieron o se fundieron con mitos micénicos (como se ha visto en el caso de Minos); es por ello que no se van a exponer aquí ningún mito y se va a hacer referencia única y exclusivamente a la Ilíada y a la Odisea , pero también de modo sucinto para tratar la problemática del reflejo del mundo micénico en la obra homérica.

La guerra de Troya

Constituye una de las últimas empresas de expansión micénica. Arqueológicamente sólo puede ser posible en el estrato Troya VII a, pues es entonces cuando se encuentra una destrucción tras una vida dura y accidentada: las casas, pequeñas y mal construidas, llenan todo el espacio libre dando idea de amontonamiento y promiscuidad; en el suelo de las viviendas aparecen empotradas enormes tinajas para almacenamiento de líquidos y alimentos en provisión de escaseces provocadas por el asedio; este estrato además está culminado por un incendio devastador y en las calles y edificios aparecen cuerpos insepultos; además cronológicamente los objetos de cerámica micénica importada son muy escasos y la fecha de destrucción de Troya VII a se produjo entre el 1193 y el 1184 a. C. y las noticias de Eratóstenes y el Marmor Parium la sitúan hacia el 1208 o el 1250.

Las causas de la guerra son desconocidas y lo más desconcertante de todo es que los aqueos no se establecieran en Troya una vez destruida ésta (quizá por su agotamiento y debilidad de fuerzas); Page ha sugerido, según unos documentos de los dos últimos reyes hetitas, que un tal Attarsiyas (identificado con Atreo), aqueo, hacía correrías por Asia Menor y ejercía su predominio; entonces intervino Taruisa (Troya) en una Liga que peleó contra el rey hetita Thudalijas IV bajo la dirección de Assuia (Asia región del Caístro que da nombre al continente) y, tras el derrumbamiento del reino hetita, aqueos y asiáticos se disputaron el poder bacante en la guerra con asedios de Troya, Rodas y una guerra en Asia Menor a mayor escala o extensión.

La guerra de Troya se inserta además en plena época de crisis y decadencia del mundo micénico y supuso el canto del cisne de dicha cultura. La época contemporánea de la guerra, el Heládico Reciente HR IIIc muestran un empobercimiento cerámico, artístico y material, concluídos con la emigración e invasión doria (o la sublevación de los dorios como las capas sociales más bajas de la sociedad micénica) con la cremación de cadáveres y el hierro.

Respecto a los troyanos es difícil ver en ellos a un pueblo griego, ya que en la Tróade no se encuentra toponimia indoeuropea y además culturalmente incineran a los muertos, mientras que los griegos los enterraban; por ello hay quien dice que eran luvitas o al menos no griegos.

La Grecia micénica y la Grecia homérica

Que los poemas homéricos se basan en acontecimientos de época micénica es indudable; que se originaron como poesía épica recitada por aedos, también; que conservan su esencia micénica, también; pero desde la caída de Troya hasta los poemas homéricos tal y como los conocemos hoy en día pasaron cerca de 500 años, años que dejaron su huella en la elaboración homérica.

Los poemas en primer lugar no pretenden narrar la sociedad micénica en sus aspectos cultural, social, económico ni aspectos similares, sino que sólo pretende narrar un acontecimiento bélico en función de la exaltación de las hazañas de los héroes y hacer un relato agradable para los oídos del auditorio; ello no evita que a veces se le escapen referencias y noticias acerca del mundo originario de estos héroes, pero modernizándolos en muchos casos, es decir, que presentan grandes anacronismos. Ello nos debe conducir a no creer que todo lo homérico es micénico y que todo lo micénico va a estar en lo homérico. Debemos tener a Homero como una fuente de información secundaria o terciaria, dependiente de la arqueología y de las tablillas de Lineal B.

La validez del mundo micénico de la Ilíada y de la Odisea en menor medida debe ser puesta en duda sólo con ojear el contenido de los poemas. Que guerreasen diez años por Asia Menor lejos de sus reinos y además las increíbles aventuras de Odiseo hacen que todo lo novelesco y ficticio de los poemas se impongan sobre lo histórico relegándolo a ciertas nociones a modo de citas, como el catálogo de la naves, el carro de guerra micénico, el casco de dientes de jabalí y poco más.

La época oscura (ss. XII-VIII a.C.)

Bajo dicha denominación se oculta un período de la Historia de Grecia que abarcaría, muy aproximadamente, desde el siglo XII-XI al IX-VIII a.C. y que recibe éste nombre debido a la casi total falta de documentación para su reconstrucción. De esta etapa no ha sobrevivido ningún texto primario, y solamente queda escasa evidencia arqueológica. Unos textos secundarios y terciarios contienen breves cronologías y listas de los reyes de este período, incluyendo Historia por Heródoto, Descripción de Grecia por Pausanias, Biblioteca histórica por Diodoro Sículo y Chronicon por San Jerónimo.

La carencia de documentos primarios se explica por la virtual desaparición del sistema de escritura micénico (Lineal B). En la cultura micénica, dicho sistema estaba restringido a pequeños círculos, particularmente a los escribas de los palacios, que tenían a su cargo el grabado de recuentos de movimiento y distribución de bienes; hundida la economía micénica, ya no fueron necesarias personas que realizaran dicha tarea. Las tradiciones y leyendas sobrevivieron, desde la Edad del Bronce hasta la Época Arcaica, gracias exclusivamente a la transmisión oral.

El declive la Civilización Micénica, ya sea debido a las migraciones de los denominados Pueblos del Mar, ya sea debido a la invasión doria (o a mabos fenómenos), da paso a un nuevo período de la historia de la Grecia antigua que genéricamente se denomina “época oscura” (1200-750 a. C.), cuyo origen está en la invasión de los dorios. En este periodo se forman las primitivas polis (ciudad-Estado con autonomía, eleutheria y autarchia): Atenas, Esparta, Tebas, Focea, Mileto, Corinto, Argos, etc. Las primeras polis estaban gobernadas por reyes (Homero y la Iliada) y se organizaban a través de la Asamblea, el Consejo y los magistrados.

En la época se produjo una abrupta baja demográfica y una serie masiva de migraciones que determinaron el establecimiento de poblaciones espontáneas y poco organizadas en diferentes puntos de la Grecia continental, las islas Cícladas y el oeste de Asia menor. Estas migraciones tuvieron un carácter étnico; así, por ejemplo, los dorios ocuparon la mayor parte del Peloponeso, Grecia Central y Creta, mientras que los jonios colonizaron la mayor parte de las Cícladas. Lo anterior se reflejó en el idioma, que derivó, asimismo, en multitud de dialectos.

La economía, floreciente en el período micénico, se vio reducida a la agricultura, sustentada por esclavos, jornaleros (thêtes) y aparceros (hektemoroi). Se generalizó la pobreza y la escasez del ganado, que fue adquirido por unos pocos terratenientes. No hay registro de Estados organizados políticamente en esta época y mucho menos de las estructuradas normas de tipo micénico, que regulaban la economía y aseguraban una relativa distribución de la riqueza, permitiendo que la vida diaria de los agricultores, pastores y ceramistas resultase tolerable. En este contexto, los trabajadores de la tierra se dedicaron a la agricultura de subsistencia, organizados en pequeñas comunidades que raramente excedían las veinte personas. La necesidad de nuevas pasturas para los animales produjo a su vez un incremento del nomadismo. En el ámbito religioso, continuaron los cultos micénicos.

En el terreno del arte y la cerámica, se produjo un empobrecimiento de las formas micénicas; generándose posteriormente dos períodos arqueológicos: el protogeométrico (1050-950 a.C.) y el geométrico (950-700 a.C.), que harían evolucionar lentamente la calidad y técnica artesanales hasta concluir, ya en los albores de la Época Arcaica, en un mundo ornamental nuevo y plenamente desarrollado. La evolución mencionada durante estos períodos se limita casi exclusivamente a la cerámica; no existe evidencia de que se hayan erigido monumentos durante la Edad Oscura ―práctica común durante la época micénica― y las representaciones antropomórficas fueron usualmente grabadas en ánforas. En el ámbito de la arquitectura, se abandonó la construcción en piedra.

Atenas fue la excepción a la regla del derrumbe de la civilización. Su acrópolis, centro civilizado en los últimos tiempos de la Edad del Bronce, no sufrió daños, y transitó la «Edad Oscura» en el marco de una prosperidad relativa. Sin embargo, sus instituciones sociales y políticas no lograron salir airosas de este período y, en los albores de la «Época arcaica», Atenas había perdido el acervo cultural sociopolítico acumulado en el período micénico, viéndose obligada a reconstruir sus instituciones sin mucho más que la monogamia como sustento institucional heredado

Época arcaica

En el siglo VIII a. C., Grecia empezó a salir de la Edad Oscura que siguió a la caída de la civilización micénica. Al pueblo le faltaba alfabetización y se había olvidado el sistema de escritura micénico, Lineal B. Pero los griegos adoptaron el alfabeto fenicio y lo modificaron para crear el alfabeto griego. A partir del siglo IX a. C.―según algunos autores, específicamente en el VIII a. C.― empezaron a aparecer escritos. Grecia se dividió en muchas comunidades autónomas pequeñas. Esta pauta fue impuesta en gran parte por la geografía griega, donde cada isla, valle y llanura se aísla de las demás por el mar o las sierras. Como producto directo de las migraciones previas, dichas comunidades mostraban un carácter étnico: durante el siglo VII surgió Argos, habitada por dorios, como una de las ciudades principales del Peloponeso. Dicha ciudad fue cediendo gradualmente influencia a su rival Esparta, también dórica. Por su parte, Atenas se convirtió en la residencia principal de los jonios en los Balcanes.

La primera mitad del siglo VII a. C. vio la Guerra Lelantina (hacia el 710 – hacia el 650 a. C.), un conflicto prolongado que se distingue como la guerra documentada más temprana del período de la Antigua Grecia. Se luchó entre las ciudades-estado entonces importantes Calcis y Eretria sobre la llanura lelantina fértil de Euboea. Ambas ciudades parecen haber sufrido declives por resultado de esta larga guerra, aunque Calcis fue el vencedor nominal.

En la primera mitad del siglo VII surgió una clase mercantil y, en el correr del siglo VI, se comenzó a utilizar monedas (probablemente por imitación a los lidios), aunque serían necesarios siglos para el desarrollo de una economía monetaria plena. Parece haberse gestado tensión en muchas ciudades-estado. Los regímenes aristocráticos que por lo general gobernaban las llamadas polis se sentían amenazados por la nueva riqueza de los comerciantes, que a su vez deseaban poder político. A partir de 650 a. C., las aristocracias tenían que luchar para evitar ser derrocadas y reemplazadas por tiranos populistas. La palabra se deriva de la palabra griega no peyorativa τύραννος tyrannos, que significa «soberano ilegítimo», aunque se podía aplicar tanto a buenos como malos líderes.

Una población cada vez mayor y la falta de tierras provocaron conflictos internos entre los pobres y los ricos en muchas ciudades-estado. En Esparta, las guerras mesenias resultaron en la conquista de Mesenia y la esclavitud de los mesenios, a partir de la segunda mitad del siglo VIII a. C., constituyendo un acto sin precedentes en la Antigua Grecia. Esta práctica produjo una revolución social. La población subyugada, desde entonces conocida como los hilotas, labraban y trabajaban para Esparta, mientras todos los ciudadanos varones se convertían en soldados de un estado permanentemente militarizado. Aún las élites eran obligadas a vivir y a entrenarse como soldados; esta igualdad entre los pobres y los ricos servía para distender los conflictos sociales. Las reformas precedentes, atribuidas al enigmático Licurgo de Esparta fueron probablemente completadas antes de 650 a. C.

Atenas, por su parte, sufrió falta de tierras y una crisis agraria a finales del siglo VII, también resultando en conflictos civiles. El arconte (magistrado) Dracón promulgó reformas severas en 621 a. C. (de ahí la palabra moderna «draconiano»), pero estas no pudieron acallar el conflicto. Al final las reformas moderadas de Solón (594 a. C.) le dieron a Atenas cierta estabilidad, mejorando la vida de los pobres aún cuando afianzaron a la aristocracia en el poder.

El mundo griego a mediados del siglo VI a. C.

Para el siglo VI a. C. varias ciudades se habían vuelto dominantes en la civilización griega: Atenas, Esparta, Corinto y Tebas. Cada una había puesto las áreas rurales y los pueblos menores a su alrededor bajo su control. Además, Atenas y Corinto se habían convertido en grandes potencias marítimas y mercantiles.

Los rápidos aumentos de población en los siglos VIII y VII desencadenaron un fenómeno emigratorio que afectó a muchos griegos, estableciendo éstos colonias en Magna Grecia (Mezzogiorno), Asia Menor y más lejos (ver abajo). La emigración cesó finalmente en el siglo VI. Para entonces el mundo griego había difundido su cultura y su lengua en una extensión que superaba ampliamente los límites de la actual Grecia. Las colonias griegas no eran controladas políticamente por las ciudades que las habían fundado, aunque muchas veces mantenían vínculos religiosos y comerciales entre ellas.

Durante este período, grandes desarrollos económicos ocurrieron en Grecia y también en sus colonias de ultramar, que experimentaron crecimiento en el comercio y la manufactura. El nivel de vida de la población también mejoró enormemente. Algunos estudios estiman que la casa griega típica aumentó cinco veces de tamaño entre 800 y 300 a. C., indicando un gran aumento en el ingreso promedio de la población.

En la segunda mitad del siglo VI, Atenas cayó bajo la tiranía de Pisístrato, y luego de sus herederos Hipias e Hiparco. Sin embargo, en 510 a. C., por pedido del aristócrata Clístenes de Atenas, el rey espartano Cleómenes I ayudó a los atenienses a derrocar la tiranía. Poco después, empero, Esparta y Atenas iniciaron relaciones hostiles, y Cleómenes I instauró a Iságoras como arconte pro-espartano. Con el objetivo de evitar que Atenas se convirtiera en un «gobierno de paja» bajo el reinado espartano, Clístenes propuso a sus conciudadanos atenienses que Atenas sufriera una revolución política, que todos los ciudadanos compartieran el poder independientemente de su estatus, que Atenas se volviera una «democracia». Los atenienses abrazaron esta idea con tantas ganas que después de derrocar a Iságoras e implementar las reformas de Clístenes, pudieron repeler fácilmente una invasión a tres frentes que los espartanos condujeron para reinstaurar a Iságoras. La llegada de la democracia resolvió muchos de los problemas de Atenas, dando inicio a una «edad de oro» para los atenienses.

Grecia clásica

El período de la Historia de Grecia comprendido entre el fin de las Guerras Médicas (500-479 a.C.) y la llegada de Alejandro Magno (336-323 a.C.) se ha denominado tradicionalmente como Época Clásica ya que durante el mismo la cultura y el pensamiento griegos alcanzaron su máximo desarrollo. Todo ello sucedió en el seno de una muy compleja sociedad en la que, como ya dijimos, nunca se formó un Estado unitario sino que fue un conglomerado de polis libres y políticamente independientes unas de otras, cada una de las cuales poseyó sus órganos de defensa y gobierno que únicamente tuvieron autoridad sobre el núcleo urbano y sus alrededores. Este régimen de ciudad-estado provocó frecuentes luchas entre las ciudades para alcanzar la hegemonía, que se manifestó en el esplendor comercial de la polis. De estas ciudades, las dos que alcanzaron una mayor relevancia fueron Esparta y Atenas, cuya organización social y política fue radicalmente distinta.

Miguel Ángel Elvira Barba, toma como partida la batalla naval de Salamina entre la flota persa de Jerjes y la victoriosa flota ateniense dirigida por Temístocles (c. 525-460 a. C.). Tras la derrota, el ejército persa se repliega al interior llegando a Atenas, que queda devastada tras la invasión y una breve ocupación. La reconstrucción de la polis será paulatina y habrá que esperar a la llegada al poder de Pericles (c. 495- 429 a. C.) para que la Acrópolis se convierta en el nuevo eje urbano: se cubre de edificios sacros y conjuntos escultóricos destinados a exaltar una nueva visión de la ciudad, modelo político y cultural de toda la Hélade.

La oligarquía espartana

La ciudadanía espartana estaba organizada en torno a tres clases o estamentos: los espartiacas, que eran la clase dirigente y descendientes de los conquistadores dorios; los periecos, cuyo origen se remonta a los primeros pobladores anteriores a la invasión doria; y los ilotas, la clase socialmente inferior. De ellos, sólo los espartiacas eran ciudadanos de pleno derecho.

El sistema político espartano, así como el educativo, se atribuyen al mítico Licurgo en el siglo VII a. C. (aunque Plutarco lo sitúa entre el IX y el VIII a. C.). Era este, tío y regente del rey Leónidas I de Esparta. Habiendo consultado en Delfos a la Pitia, fue llamado por ésta «dios más que hombre» y recibió un oráculo aprobatorio para la futura constitución de la ciudad, la «Gran Retra», al parecer muy inspirada en la legislación cretense. La Gran Retra fue probablemente no escrita y debió elaborarse a lo largo de las guerras mesenias, que hicieron entrar en crisis a la aristocracia y a la ciudad entera. A fin de garantizar su subsistencia se instituyó la “eunomia” o igualdad de todos ante la ley, con el propósito de eliminar privilegios y descontentos. Pero, a diferencia de Atenas, la eunomia espartana era sinónimo de una enorme disciplina. Todos los miembros de la ciudad hubieron de hacer sacrificios: la corona, la aristocracia y el pueblo. El sistema de Licurgo busca una simbiosis en la que coexisten los diversos sistemas políticos conocidos en el ámbito griego: la diarquía (donde hay dos reyes), la oligarquía (se establece una “gerusía” o consejo de ancianos), la tiranía (con el consejo de gobierno de los “éforos”) y la democracia (hay una asamblea popular).

Tras la guerra del Poloponeso, Lisandro fue el encargado de realizar las reformas necesarias que permitiesen a Esparta ocupar el lugar hegemónico de Atenas. Si ésta había impuesto la democracia entre sus aliados, ahora Esparta sustituía varios gobierno democráticos por sistemas oligárquicos; si Atenas hizo uso de la proxenia y las cleruquías, Esparta creó las decarquías, junta de gobierno de diez personas, afines a Esparta, que fue instaurada en algunos estados aliados; para vigilar a sus aliados establecieron en las polis la figura del hermostas, funcionarios militares. Pero la política de Lisandro era excesivamente impositiva, y podía llevar a una sublevación general, por lo que sus métodos fueron, en parte, suavizados con las propuestas del moderado Pausanias, a partir del 403 a.C.

La democracia ateniense

Las reformas de Solón incidieron en la política y la economía. El poder económico de los Eupátridas se redujo aboliendo la esclavitud como un castigo por deudas, partiendo las grandes propiedades y liberando las transacciones comerciales, lo cual produjo el nacimiento de una próspera clase comercial urbana. Políticamente, Solón dividió a los atenienses en cuatro clases, basadas en su economía y en su capacidad para hacer el servicio militar. La clase más pobre, los thetes, que constituían la mayoría de la población, recibieron por primera vez derechos políticos, pudiendo votar en la Ekklesía (Asamblea), pero solo las clases superiores podían ser oficiales políticos. El Areópago continuó existiendo pero con poderes reducidos.

El nuevo sistema creó los fundamentos de lo que se convertiría en la democracia ateniense, pero al principio falló en su cometido de evitar los conflictos de clase y después de 20 años de revueltas, el partido popular liderado por Pisístrato, un primo de Solón, se hizo con el poder (541 a. C.). A Pisistrato se le denomina normalmente como tirano, pero en griego la palabra tirano no tiene el significado de gobernante cruel y despótico, sino del que se hace con el poder mediante la fuerza. Pisístrato, de hecho fue un gobernante muy popular, que convirtió Atenas en rica, poderosa y en un centro de la cultura, y fundó la supremacía naval ateniense en el Mar Egeo y más allá. Preservó la constitución de Solón, pero asegurando que él y su familia retenían todo el poder del estado.

Pisístrato murió en 527 y le sucedieron sus hijos Hipias e Hiparco. Tenían menos seguidores y en 514 fue asesinado Hiparco después de una disputa privada sobre un joven. Esto indujo a Hipias a establecer una dictadura, que se hizo impopular y fue depuesto en 510 a. C. con la ayuda del ejército espartano. Le sucedió un aristócrata de política radical, Clístenes, que fue quien estableció la democracia.

Las reformas de Clístenes reemplazaron las cuatro “tribus” (phylai) por diez nuevas, que tomaron el nombre de héroes legendarios, estas nuevas tribus no tenían una base clasista: de hecho eran electorados. Cada tribu estaba dividida en tres tritias y cada tritia en una o más demos, dependiendo de la población de estas. Las demos se convirtieron en la base del gobierno local. Cada tribu elegía cincuenta miembros para la Boulé, un consejo que gobernaba Atenas en el quehacer diario. La Asamblea estaba abierta a todos los ciudadanos y era, a la vez, corte legislativa y corte suprema, excepto en los casos de asesinato y de asuntos religiosos, que quedaron como las únicas funciones del Areópago. La mayoría de los oficiales militares eran cubiertos por lotes, aunque los estrategos (generales) eran elegidos, por razones obvias. Este sistema permaneció estable y, con breves interrupciones, siguió en uso durante más de 500 años, hasta la época romana, mucho más tiempo del que ha sobrevivido cualquier democracia moderna.

Guerras médicas

El siglo V a. C. comenzó con la sublevación de numerosas ciudades jónicas, encabezada por Mileto y apoyada por algunas ciudades de Grecia continental contra el dominio del Imperio Persa. Darío I derrotó a los griegos de Asia Menor y envió una expedición contra los griegos continentales encabezada por Mardonio que acabó naufragando y otra posterior dirigida por Datis y Artafernes que fue derrotada por los griegos en la batalla de Maratón en 490 a. C.

Posteriormente, Jerjes comandó otra expedición persa que llegó a saquear Atenas, pero en 480 a. C. fue derrotada en la batalla de Salamina y en 479 a. C. en la batalla de Platea. Tras estas derrotas, los persas se retiraron definitivamente de Grecia.

En los 50 años siguientes, conocidos como la Pentecontecia, Atenas, dirigida por gobernantes como Temístocles, Cimón y Pericles, se engrandeció y formó la Liga de Delos, a la que se unió la mayoría de las islas del Egeo. Algunas ciudades de Asia menor y de la península Calcídica también formaban parte de esta alianza.

Guerra del Peloponeso

Liga de Delos («Imperio Ateniense»), inmediatamente antes de la guerra del Peloponeso en el 431 a. C.

Anteriormente, en el 550 a. C., se había fundado una liga similar entre las ciudades del Peloponeso (liga del Peloponeso), dirigida y dominada por Esparta. Aprovechando el descontento general de las ciudades griegas, la Liga del Peloponeso empezó a enfrentarse a Atenas. En el año 431 a. C. se desató una serie de guerras cruentas como no las había tenido Grecia en siglos pasados. El casus belli fue que la isla de Corcira (Corfú) tenía una disputa con Corinto, ciudad aliada de Esparta, y Atenas ofreció ayuda a dicha isla. Así comenzó la guerra del Peloponeso que duró 27 años. Las ciudades griegas entraron en el conflicto aunque el peso de la guerra recayó sobre las dos ciudades rivales: Atenas y Esparta. Atenas mostró su superioridad por mar, mientras que Esparta demostró que por tierra era casi invencible. Los espartanos invadieron el Ática, territorio que pertenecía a Atenas. Pericles tuvo que proteger a su gente detrás de los Muros Largos, un recinto amurallado entre la ciudad y el puerto de El Pireo. Allí, hacinados y con malas condiciones higiénicas se desencadenó una epidemia de peste, a causa de la cual murieron miles de personas, entre ellas el propio Pericles año 429 a. C. La liga del Peloponeso derrotó definitivamente a Atenas y a sus aliados en el año 404 a. C. y se produjo un periodo de hegemonía de Esparta.

Tebas luchó contra la hegemonía de Esparta, primero en solitario y más tarde apoyada por Atenas y tras derrotar a Esparta en la batalla de Leuctra en 371 a. C., Tebas logró la hegemonía.

En el 338 a. C., el rey de Macedonia Filipo II venció a los griegos y los sometió a su supremacía. Alejandro, heredero de Filipo, prosiguió la guerra. Alejandro derrotó a Darío III de Persia y desmanteló completamente la dinastía aqueménida, anexionándola a Macedonia y ganándose el epíteto de «Magno». Cuando murió Alejandro en el 323 a. C., el poder y la influencia de Grecia estaban en su apogeo. Sin embargo, había habido un cambio fundamental, fuera de la fuerte independencia y la cultura clásica de las polis, y hacia la cultura helenística en vías de desarrollo.

El catedrático de Historia Antigua Adolfo Domínguez Monedero aborda la figura del rey Filipo II, padre de Alejandro Magno y responsable de sentar las bases para que un estado dividido –y constantemente amenazado por sus vecinos (griegos, ilirios, tracios, peonios, etc.)– concluyera su unificación territorial e iniciase la expansión del reino. Filipo II supo combinar la fuerza militar con la labor diplomática, lo que garantizó que Macedonia y su rey se convirtiesen “en el árbitro de la situación griega” y pudieran iniciar la conquista del imperio persa y mandar las primeras tropas a Asia. La invención de la falange macedónica, la batalla de Queronea o el asesinato de Filipo II son varios de los episodios destacados que analiza en detalle el conferenciante.

Grecia helenística

Conquistas de Alejandro Magno

El período helenístico duró desde 323 a. C., cuando terminaron las guerras de Alejandro Magno, hasta la anexión de Grecia por la república romana en el 146 a. C. Aunque el establecimiento del reinado romano no rompió la prolongada continuidad en la sociedad y la cultura helenísticas –que se mantendrían en la misma forma básica hasta la llegada del cristianismo– sí señaló el final de la independencia política griega.

Adolfo Domínguez Monedero aborda la vida y conquistas del emperador Alejandro Magno (356-323 a.C.), quien heredó de su padre, Filipo II, una Grecia unida bajo el dominio de Macedonia y pronto lograría extender sus territorios frente al Imperio Persa. En sus campañas, Alejandro Magno demostró la bravía de un digno descendiente de Heracles, y como su también antepasado Aquiles murió a una corta edad –en el apogeo de sus triunfos– y dejó tras de sí una vida llena de glorias que le otorgarían la inmortalidad en la memoria de los hombres, no solo por sus proezas militares sino también por los descubrimientos y conocimientos que aportó a la cultura griega.

Los mayores dominios helenísticos: el Reino Ptolemaico (azul oscuro), el Imperio seléucida (amarillo), Macedonia (verde) y Epiro (rosa).

Durante el período helenístico, la importancia de «la misma Grecia» (es decir, el territorio de la actual Grecia) se reducía bruscamente por el mundo grecoparlante. Los grandes centros de la cultura helenística eran Alejandría y Antioquía, las capitales de Egipto ptolemaico y Siria seléucida respectivamente.

Las conquistas de Alejandro tuvieron varias consecuencias para las ciudades-estado griegas. Ampliaron enormemente las fronteras de los griegos y acabó en una emigración continua, especialmente de los jóvenes y los ambiciosos, hacia los nuevos imperios griegos al este. Muchos griegos emigraron a Alejandría, Antioquía y a las muchas otras ciudades helenísticas nuevas que se fundaron en la estela de Alejandro, tan lejos como los actuales Afganistán y Pakistán, donde sobrevivieron los reinos grecobactriano e indogriego hasta los finales del siglo I a. C.

División del imperio alejandrino

Después de la muerte de Alejandro y tras varios conflictos, su imperio se dividió entre sus generales, resultando en el Reino Ptolemaico (basado en Egipto), el Imperio seléucida (basado en el Levante), Mesopotamia y Persia, y la Dinastía Antigónida (basada en Macedonia). En el período intermedio, las polis de Grecia pudieron recobrar un poco de su libertad, aunque tenían que rendirle cuentas nominalmente al Reino Macedonio. Las ciudades-estado se quedaron en dos ligas: la Liga Aquea (incluyendo Tebas, Corinto y Argos) y la Liga Etolia (incluyendo Esparta y Atenas). En la mayor parte del período hasta la conquista romana, estas ligas solían estar en guerra entre sí, mientras se aliaban a partidos distintos en los conflictos entre los diádocos (antiguos generales de Alejandro, herederos de su reino).

El reino antigónida de Macedonia se implicó en una guerra con la república romana a finales del siglo III a. C. Aunque la Primera Guerra Macedónica quedó inconclusa, los romanos siguieron haciendo la guerra con Macedonia en las denominadas «Guerras Macedónicas». Coincidentemente con el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica entre Roma y Cartago, durante la Primera Guerra Macedónica el reino antigónida, bajo Filipo V, se alió con Cartago. Dicha alianza no tuvo mayores consecuencias e, inclusive, en esta lucha entre grandes potencias como Macedonia, Roma y Cartago, algunos sectores griegos tomaron partido por Roma. Hacia el año 168 a. C., finalizada la Tercera Guerra Macedónica y derrotado Perseo ―heredero de Filipo V―, Macedonia fue anexada por Roma y dividida en cuatro repúblicas independientes que no tenían permitido ni el comercio ni el matrimonio entre sus habitantes.31 En 150 a. C., Andrisco diciéndose hijo de Perseo de Macedonia, realizó varias ofensivas contra Roma, hasta su derrota y la conversión definitiva de Macedonia en provincia romana.

La Liga Etolia se había vuelto recelosa de la participación romana en Grecia, y se había puesto de parte de los seléucidas en la Guerra Romano-Siria. Cuando los romanos terminaron victoriosos, esta liga también se anexionó a la república. Aunque la Liga Aquea duró más que la Liga Etolia y Macedonia, también fue derrotada e incorporada por los romanos en el 146 a. C. ―y la rica ciudad de Corinto destruida tras un intento inútil de resistencia―, terminando Roma con la independencia de toda Grecia. La república romana había desarrollado con éxito su estrategia de dividir y enfrentar entre sí a sus adversarios, lo que posteriormente se conocería como divide et impera, expresión que pasaría a la Historia en diferentes contextos.

El legado científico de los griegos

La cultura griega nace fundamentalmente en Asia Menor, donde los primitivos helenos tuvieron contacto con otros pueblos del Próximo Oriente, más avanzados que ellos. De los fenicios, que poseían un sentido muy práctico, tomaron el alfabeto. Los fenicios inventaron un sistema de expresión fonética basado en el dibujo de un objeto del que tomaban el primer sonido. «Buey» se decía aleph: dibujaban esquemáticamente una cabeza de buey, un óvalo con dos astas, y lo empleaban para representar el sonido «a». Los griegos dibujaban un signo aún más sencillo y lo llamaban «alfa», que ya no significaba nada más que el sonido mismo. Bit en fenicio era casa, (dibujaban un plano muy sencillo) y de ahí viene la «beta». Gamal significaba en fenicio «camello» y representaban su primer sonido con dos jorobas; los griegos hicieron un signo más simple para la «gamma», y así sucesivamente. Lograron así un sistema de escritura rápida y fácil, que les permitió independizar los signos de las cosas, expresar las ideas más abstractas y una esplendorosa literatura. Los romanos imitarían el alfabeto griego con unas variantes, todavía más fáciles, que son prácticamente las mismas que hoy empleamos en la mayor parte del mundo. En cambio, los griegos no inventaron signos para expresar los valores numéricos. Tenían un sistema decimal —y de ellos lo hemos heredado también la mayor parte de los seres humanos—, pero para representar los números se valían de letras. Y lo peor es que no concibieron el cero como un valor representable. Fueron más geómetras que calculistas, y más filósofos que geómetras, pero su afán por explicarse las cosas tuvo un valor incalculable en el desarrollo de la ciencia.

Tales de Mileto (624-548 a.C.), natural, como todos los primeros sabios griegos, de Asia Menor, parece que estuvo en Egipto, y allí aprendió a medir la altura de las pirámides por su sombra. Y quizá de eso extrajo su teorema, el famoso «teorema de Tales» el más antiguo que conocemos, y que describe la relación que se establece cuando dos rectas no paralelas cortan a una serie de rectas paralelas. El teorema, el principio demostrable: he ahí un hallazgo fundamental del genio griego. Tales opinaba que el agua es el elemento fundamental del cual proceden todos los demás: se equivocó, pero formuló por primera vez una teoría, y trató de razonarla. También observó que el ámbar (en griego «elektron») atraía partículas muy ligeras, y de allí nació el interés por la electricidad, un fenómeno que tardaría muchos siglos en explicarse. Acierto definitivo de Tales (y de Anaxágoras) fue la explicación de las fases de la luna de acuerdo con la posición que ocupa respecto del sol. La luna no es luminosa, la ilumina el sol, y solo vemos la parte iluminada. Parece que a nadie se le había ocurrido hasta entonces semejante idea. Y —no menos importante— Tales fue maestro de Pitágoras.

Pitágoras (582-496 a.C.), considerado ya en su tiempo como «padre de los números», fue uno de los grandes pioneros de la ciencia griega, y hasta cierto punto, de la ciencia universal. Nacido en la isla de Samos y viajó, como otros, por Egipto y Mesopotamia, cuya ciencia estudió y racionalizó. Molesto con el tirano Polkrates, que gobernaba en Samos, emigró a Crotona, en el sur de Italia, y allí creó la escuela pitagórica, que duraría más de un siglo. De aquí que resulte difícil separar la obra de Pitágoras de la de sus discípulos. Por otra parte, los pitagóricos formaron una especie de secta a laque se exigían fuertes valores morales: «no seas nunca esclavo de tu vientre, de tu lascivia, de tu ira. Si obras mal, arrepiéntete». Creían en la inmortalidad del alma. Pero también se dejaron llevar por creencias mágicas y símbolos misteriosos, que tal vez tomó Pitágoras de Egipto. La concepción pitagórica fundamentales la de que los números forman parte de la esencia del universo, y por tanto solo es posible expresar la realidad del universo mediante números. Esta creencia, sin duda exagerada, fue, sin embargo, la base de la concepción de las matemáticas como disciplina indispensable para la comprensión y expresión de la realidad científica. También creía Pitágoras en la «armonía universal», una especie de música que refleja la bella proporción de la maquinaría del universo: una música que suena, pero que no oímos, porque hemos nacido con ella y a ella estamos desde siempre habituados. El hecho puede tener relación con el interés de Pitágoras por la música. En efecto, la humanidad debe a Pitágoras dos grandes hallazgos: el teorema que lleva su nombre y la escala musical que hoy seguimos empleando. Ya hemos visto cómo los egipcios, y posiblemente también los mesopotámicos, conocían una propiedad fundamental de los triángulos rectángulos; pero solo Pitágoras supo enunciarla de un modo racional: «el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos». ¡Ahí radica justamente el genio de los griegos! Saben racionalizar, saben explicar, saben teorizar, saben definir. Así empezó la ciencia teórica en el mundo. El concepto de «cuadrado», que hoy seguimos empleando, tiene un origen geométrico, y la expresión de su teorema la dibujaban los pitagóricos justamente con cuadrados.

Es posible que el teorema de Pitágoras le haya sido sugerido por el anterior teorema de Tales. También el teorema de Tales pudo influir en su concepción de la escala musical. Una cítara está formada por una serie de cuerdas paralelas entre dos líneas divergentes. Y de aquí dedujo Pitágoras la proporción entre la longitud de las cuerdas y la nota que da cada una de ellas cuando la pulsamos. Lo cierto es que la escala musical que hasta hoy hemos venido empleando en Occidente es la establecida hace dos mil quinientos años por los pitagóricos.

En Atenas hubo, especialmente en el siglo IV a.C, grandes filósofos. Platón pasa por ser un gran geómetra, y a la puerta del jardín de Academos en que enseñaba hizo colocar su famoso aviso: nadie entre aquí que no sepa geometría. Con todo, Platón, más que geómetra, fue un gran pensador idealista: para él hay figuras perfectas o imperfectas, según que se aproximen o no a su «ideal». La línea más perfecta es la circunferencia y la figura más perfecta es la esfera. La Tierra y el cielo deben ser grandes esferas. Esta convicción perduró hasta los tiempos modernos.

Aristóteles (384-322 a.C.) Demostró con argumentos que la Tierra es esférica. Los argumentos son realmente irreprochables: 1º) el peso de la Tierra es tan enorme, que todas sus partes gravitarán sobre sí mismas; y la única forma de autogravitación en equilibrio es la esfera; 2º) La sombra de la Tierra en todos los eclipses de luna es circular. La única figura cuya sombra es circular cualquiera que sea su posición es la esfera; 3º) Conforme avanzamos hacia el norte o el sur, las constelaciones brillan en el cielo a una altura distinta; sin embargo, su figura no cambia. Si las dejáramos atrás, esa figura cambiaría por efecto de la perspectiva; pero como no es así, lo que ocurre es que, al caminar sobre una esfera, nuestra cabeza va apuntando a sitios distintos del cielo, y las estrellas que teníamos encima parecen quedar atrás.

Para explicar el movimiento de los astros, Aristóteles suponía, como Eudoxo y como Platón, una serie de esferas cristalinas que giraban: una para el sol, otra para la luna, otras para cada uno de los, planetas y finalmente las estrellas; pero para explicarlas distintas anomalías que se observaban, propuso hasta 55 esferas concéntricas. La teoría de las esferas es falsa, pero se mantuvo durante siglos, porque era la única explicación posible, y los griegos, a diferencia de los otros pueblos antiguos, querían explicaciones. Aristarco intuyó, para comprender aquellas anomalías, un supremo descubrimiento: la Tierra no es el centro de Universo: tanto ella como los planetas giran alrededor del sol. Era una teoría demasiado revolucionaria. Sus contemporáneos le contradijeron y hasta le persiguieron. La teoría heliocéntrica tardaría casi dos mil años en formularse de nuevo.

Hipócrates de Cos (460-370 a.C.) Parece absolutamente necesaria la alusión a un médico, Hipócrates de Cos, considerado tradicionalmente como el padre de la medicina. Médicos hubo en China, en Egipto, en la India y Mesopotamia; pero de nadie sabemos que haya investigado las causas de las enfermedades y el porqué de los remedios más convenientes. Para nada emplea la magia, como los médicos de culturas anteriores. Hipócrates intuyó genialmente que la fiebre es el resultado de la lucha del propio organismo con la enfermedad. También descubrió la relación entre la dieta o los aires y las aguas con la salud; en este sentido, es el fundador de la medicina preventiva. Sus contemporáneos le atribuyen grandes éxitos, que por lo visto le hicieron famoso. De Hipócrates se conservan muchas obras, aunque no sabemos con seguridad cuántas son realmente suyas. Y sobre todo, los famosos «aforismos», sentencias breves, fáciles de recordar, y el «juramento hipocrático» («lucharé solo por la salud, no por mis intereses; guardaré secreto cuando me lo pidan; seré respetuoso, sobre todo con las mujeres»), que tradicionalmente han venido haciendo tantos médicos al recibir su título.

El escritor y traductor Carlos García Gual, catedrático emérito de Filología Griega, presenta a los siete sabios de la Grecia antigua, herederos de la tradición mítica de los poetas y las Musas pero que rompieron con esta tradición para buscar la verdad y la justicia en las ciudades y mediante la razón y el cálculo, es decir, lógos y logismós. Tales de Mileto, Solón de Atenas, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene, Cleobulo de Lindos, Quilón de Esparta y Periandro de Corinto fueron ciudadanos de destacadas poleis o ciudades-Estado del siglo VI a. C., abiertas al comercio y el intercambio de ideas.

La gran síntesis alejandrina

Los pueblos orientales desarrollaron la ciencia observando los fenómenos y anotando los resultados. Los griegos le confirieron un nuevo sentido preguntándose el porqué, definiendo, estableciendo principios y teoremas, explicando: pero apenas observaron. Llegó un momento de contacto entre las dos formas de entender la ciencia, y se unieron la observación y la medida con la lógica y la explicación: fue realmente un momento glorioso para el progreso científico.

Ese momento llegó en tiempos de Alejandro Magno (356-323 a.C.), aquel joven extraordinario y ambicioso, un mito real casi inexplicable, que a los dieciséis años ganó su primera batalla, conquistó toda Grecia y luego se lanzó a la conquista del todo el mundo conocido: Egipto, Asia Menor, Siria, Mesopotamia, Persia, la cuenca del Indo. Interesado por el saber -fue discípulo de Aristóteles-, hizo que un grupo de sabios le acompañaran en sus campañas. De ellos Teofrasto fundaría la botánica, experimentando con plantas de todo el mundo, y Dicearco trazaría mapas de todas las tierras conocidas.

Alejandría, en Egipto, sería su capital. Alejandro murió a los 33 años, y su imperio fue dividido entre sus generales. Egipto correspondió a Ptolomeo, también discípulo de Aristóteles, que creó una escuela científica. Su hijo, Ptolomeo Filadelfo estableció el Museo, una especie de centro de altos estudios, que llegó a disponer de una fabulosa biblioteca, la más grande del mundo. El Museo fue algo parecido a una universidad y un centro de investigación. Uno de sus directores fue Eratóstenes (272-194), matemático, físico, astrónomo, geólogo y hasta poeta. Una de sus hazañas más increíbles fue la medida del tamaño del mundo. Supo que en la ciudad de Siena, en un día determinado, equivalente a nuestro 21 de junio, a mediodía las columnas no daban sombra, y la imagen del sol se reflejaba en el fondo de un pozo muy profundo: es decir, el sol estaba exactamente en el cénit. Midió la distancia entre Alejandría y Siena, que era de 4.860 estadios. Y en el día indicado, midió la distancia angular del sol al cénit en Alejandría, que resultó ser de 7º. Entonces hizo una simple regla de tres: si 7º suponen 4.860 estadios, 360°, o sea la circunferencia entera de la Tierra serán x estadios. Así llegó a la conclusión de que nuestro mundo tiene una circunferencia de 248.000 estadios. Si asignamos al estadio, como hoy se estima, una longitud de 165 metros, la Tierra tendría 40.900 Km. de circunferencia. Hoy sabemos que tiene 40.000. Fue una hazaña asombrosa, increíble para aquellos tiempos. Por su parte, Hiparco midió la duración del año con un error de solo 6 minutos. Uno de sus más importantes descubrimientos fue el de la precesión de los equinoccios (el punto en que el sol alcanza la primavera se va moviendo lentamente entre las estrellas), y esto le permitió conocer mejor la relación entre las constelaciones del zodiaco y la sucesión de las estaciones. Hiparco calculó también la posición de unas 1.000 estrellas, y las dividió en «magnitudes» de acuerdo con su brillo aparente. Fue así el autor del primer catálogo estelar. Renovó los métodos matemáticos e inventó la trigonometría esférica.

Euclides (330-277 a.C.) fue el gran maestro de la matemática en la antigüedad. Sus Elementos son un resumen completo y luminoso de todo el saber de su tiempo: recoge los hallazgos de Tales, de Pitágoras, de Eudoxo, de Hipócrates. Es lógico, organizado, sistemático como nadie. Parte de axiomas indiscutibles, y de ahí deduce teoremas y corolarios con método impecable. Fue la base de toda la matemática y sobre todo de la geometría en Occidente hasta el siglo XIX. La cultura alejandrina también se difundió por la zona del Egeo y el sur de Italia, donde ya se había establecido Pitágoras.

Arquímedes (287-217 a.C.) Fue uno de los más grandes sabios —y también técnicos— de la antigüedad. Natural de Siracusa, en Sicilia. Estuvo, como tantos, en Alejandría, donde fue amigo de Eratóstenes, y luego regresó a Siracusa, donde estuvo al servicio del rey Hierón, que le protegió. Plutarco atribuye a Arquímedes una «inteligencia sobrehumana». Fue matemático, geómetra, físico e «ingeniero», en cuanto que fabricó multitud de instrumentos y máquinas producto de su ingenio. Sus estudios sobre cuerpos en equilibrio le llevaron al descubrimiento de la palanca y de sus leyes: una palanca puede mover cuerpos muy pesados con poco esfuerzo: todo depende de la longitud de los brazos, el de la «potencia» y el de la «resistencia». Parece que no es cierto que dijera: «dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», porque al fin y al cabo era un hombre realista; pero tuvo conciencia delo que puede conseguirse de una palanca. Tampoco es cierto que corriese desnudo por las calles de Siracusa gritando ¡Eureka!, después de descubrir la ley fundamental de la hidrodinámica; pero esta ley le sirvió para comprobar si la corona que le habían regalado a Hierón era de oro puro o había sido falsificada. La corona, sumergida en un cubo lleno hasta los bordes, hace que se derrame una cantidad de agua: esta cantidad tiene un volumen idéntico al de la corona, y por tanto es posible conocer el volumen de la corona. Pesando la corona, se conoce su peso. Y, conocida la densidad del oro, como el peso es igual al volumen por la densidad, se sabe si la corona es de oro o no. El gran descubrimiento de Arquímedes fue definido así: «un cuerpo sumergido en un líquido sufre un empuje hacia arriba igual al peso del líquido que desaloja». Un metro cúbico de agua pesa mil kilos. Un metro cúbico de madera pesa seiscientos kilos: la madera flota. Un metro cúbico de hierro pesa 7.600 kilos. El hierro se hunde.

En el campo de la geometría hizo Arquímedes contribuciones decisivas sobre las áreas y volúmenes de las figuras y los cuerpos, y determinó el valor de «Pi» con mayor precisión que nadie hasta entonces. Inventó la catapulta y otras máquinas de guerra que sirvieron a los de Siracusa para defenderse de los romanos. No fue suficiente, porque la ciudad cayó, y un soldado romano le mató contra las órdenes estrictas que tenía de no hacerlo. A los romanos les interesaba más la persona del prodigioso Arquímedes que la posesión de la ciudad.

La culminación de la ciencia alejandrina tuvo lugar con Claudio Ptolomeo, ya en tiempos del imperio romano (85-165 d.C). Su nombre nos dice que era ciudadano romano, y su apellido que descendía de familia real. Podríamos inscribirlo entre los sabios de la era romana, pero es el último heredero de la edad de oro de Alejandría. Escribió la Megalé Syntaxis, o «gran tratado», que ha llegado hasta nosotros con su nombre árabe de Al-magesto. Ptolomeo, más que investigar, recopiló con precisión impecable todo el saber matemático y geométrico de su tiempo. Como astrónomo, completó a Hiparco, e hizo un gran catálogo de estrellas, precisando su posición exacta y su magnitud. Intentó resolver definitivamente la estructura del sistema solar. Descartó la teoría heliocéntrica de Aristarco, que a todos parecía disparatada, a pesar de que explicaba satisfactoriamente la irregularidad aparente del movimiento de los planetas (irregularidad debida al hecho de que la Tierra también se mueve). Ptolomeo no quiso defender teoría alguna, y se atuvo a los hechos observados. Y así imaginó una complicadísima maquinaria de los cielos, con sus esferas, sus círculos, sus epiciclos y sus deferentes: una estructura genial y ajustadísima que daba cuenta de todos los movimientos y permitía predecirlos con gran exactitud. Ptolomeo se equivocó al aceptar una concepción geocéntrica; sin embargo, aquel sistema, complicadísimo, pero satisfactorio para explicar todos los movimientos celestes, se mantuvo como verdad indiscutible hasta el siglo XVI. ¡Y todavía sirve, si lo aplicamos correctamente, para predecir la posición aparente de los astros!

También fue Ptolomeo un gran geógrafo, que recopiló datos de todos los viajeros y determinó las posiciones y las distancias de países y ciudades de acuerdo con su longitud y su latitud. La visión ptolemaica del mundo perduraría también hasta los tiempos de Colón.

Reflexión filosófica sobre la religión: del mito al logos

La reflexión filosófica sobre la religión en la antigüedad clásica apareció en Grecia como una teología natural filosófica, que convivía con la religión mítica de la cultura griega, a veces para criticarla con intención desmitologizadora, ya en los primeros filósofos de la naturaleza (peri phiseos). El objetivo inmediato de los filósofos presocráticos era descubrir la naturaleza del cosmos y su principio (arjé), primordial fuente de todo lo que es, una “realidad última”.

Los pensadores de los siglos VI y V antes de Cristo comparten en sus grandes líneas una noción común del universo concebido como una esfera cósmica limitada por el cielo, cuyo centro era la tierra, en cuya circunferencia se encontraban fijas las estrellas. Pero este cosmos no era toda la realidad, pues estaba y penetrado de una sustancia indefinida; un principio más allá de los procesos cósmicos, eterno, vivo y activo, que da inicio y guía a los cambios que lo han formado, que es de naturaleza divina. El “Logos-fuego” del que habla Heráclito es un principio divino, a la vez exterior inmanente al mundo y dirige todos sus cambios de modo tal que llega a entrar él mismo en el proceso cósmico.

Anaximandro dirá -es la misma inspiración de fondo- que el principio de todo, el “apeirón”, es inmutable, indestructible, inmortal, posee conciencia y omniscencia, y “circunda todas las cosas y las gobierna”: es divino. Más adelante se concebirá a Dios como “espíritu” (en las visiones teológicas de Anaxágoras y Diógenes).

El esfuerzo filosófico condujo -así- a una reflexión sobre Dios “desmitologizadora” de la religión griega popular del Olimpo y su panteón de dioses mitológicos, arquetipos y rectores de fuerzas, tanto benéficas como maléficas, de la naturaleza y de la vida. En la concepción filosófica lo divino no podía ser, en efecto, algo finito y limitado, mientras que los dioses griegos eran, después de todo, limitados en su capacidad de decidir e influir en el destino del mundo y de la humanidad. Se empieza a imponer así entre los filósofos una nueva concepción de la religión, una “religión filosófica” de carácter crítico y filosófico.

Jenófanes, por ejemplo, atacó a los poetas por promulgar una imagen falsa de la divinidad. Sobre todo luchó contra el antropomorfismo de la religión popular helena, observando que “Homero y Hesíodo dicen que los dioses hacen todo aquello que los hombres considerarían vergonzoso y reprensible: son adúlteros, roban, se engañan unos a otros”. Esto sucede, según Jenófanes, porque la gente concibe a los dioses según su propia imagen.

Protágoras de Abdera (481-411 a. C), adoptó un agnosticismo acerca de la existencia de los dioses. Sin embargo, destacó que la adoración de los dioses es un elemento esencial de la cultura, pues deriva de una inclinación innata de la naturaleza humana y, debe ser tenido en cuanto tal, como algo normal y necesario. Pensó que la raíz de las ideas (imágenes) de Dios habría que buscarlas en ciertas manifestaciones perceptibles mediante los sentidos que tienen lugar en los sueños. El temor sentido por la gente ante “milagros” de la naturaleza y sus fuerzas (meteoros, tormentas, eclipses solar y lunar) condujeron a imaginar que los autores de tales acontecimientos eran los dioses soñados.

Para Critias la religión no es un resultado de un sentimiento natural de temor o gratitud, sino una invención de los políticos, y su fin es asumir el papel de un policía ideal; la religión es la consecuencia de una ficción política.

La escuela pitagórica se caracteriza por una interpenetración entre el pensamiento filosófico y religioso, que combinaba el misticismo órfico religioso con una imagen racional del mundo que justifica las verdades conocidas por la religión (es una racionalización del mito). Según nos refiere un testimonio antiguo: “Todo lo que los pitagóricos definen acerca del haber o el no haber tiene como meta la comunión con la divinidad; éste es el principio, y toda su vida se halla coordinada hacia este fin de dejarse guiar por la divinidad”.

Platón reconoce el importante papel psicológico que tiene la religión mitológica en la vida humana, además de una irremplazable función sociopolítica. Cree que en muchas ideas mitológicas y especialmente la religión órfica, se contenían intuiciones valiosas que debían ser purificadas y profundizadas intelectualmente para extraer las principales implicaciones de tales intuiciones. Atribuyó al mundo de las ideas un orden divino y consideró la idea suprema del Bien y la Belleza, como la quintaesencia de la divinidad. Platón dice que la idea de Bien es el Bien subsistente. Así como somos incapaces de mirar directamente al sol, que es la fuente de la luz gracias a la cual vemos las demás cosas, también somos incapaces de mirar directamente a la fuente de cognoscibilidad mediante la cual entendemos las demás cosas. La divinidad se identificaría con la suprema inteligibilidad.

Parece, pues, que según Platón, son sólo los filósofos quienes resultan capaces de alcanzar una verdadera sabiduría, moralidad y actividad política y, por lo mismo, sólo ellos son capaces de alcanzar una auténtica religión y gobernar a la masa ordinaria de ciudadanos comunes. (Cfr. Fedón, 62 b; Las Leyes, X, 966 c.).

En el pensamiento de Aristóteles (384-322 a. C.) se da una completa identificación del principio filosófico supremo con el concepto religioso de Dios. La reflexión de Aristóteles sobre la divinidad se encuentra en la disciplina filosófica más básica, la filosofía primera, a la que también denominó “teología natural”. En Aristóteles la filosofía de la religión se halla totalmente identificada con la teología natural.

Aristóteles reconoce la permanencia e importancia de la religión mítica pero expurgándola de todo lo que esté en conformidad con lo que establece la teología filosófica. A partir de la tradición religiosa, elabora una demostración de la necesidad de la existencia de una “sustancia eterna e inmutable”, acto puro, “un principio que es sustancia en acto”, que es inmaterial, la condición universal del movimiento, y fin que apetecen los demás seres, produciendo movimiento, por atracción, como un bien que es amado. La esencia de Dios es autocontemplación. “Este Entendimiento se entiende a sí mismo, puesto que es lo más excelso, y su intelección es intelección de intelección”. El concepto aristotélico de Dios excluye el interés providente de Dios por el mundo y el destino del hombre. El Dios de Aristóteles no es una providencia; ni siquiera conoce el mundo, el cual no ha sido formado –ni podría serlo- por él, ya que este Dios es pensamiento del pensamiento.

Los estoicos reconocieron la existencia de una deidad, pero no la consideraron trascendente en relación con el mundo; identificaron la deidad con el alma del mundo (panteísmo hilozoísta) y derivaron de ello el postulado de vivir de acuerdo con la propia naturaleza, que es divina. Los epicúreos afirmaron la existencia de dioses, pero dijeron que los dioses no se implican en los asuntos humanos, ya que esto destruiría su perfecta tranquilidad (ataraxia). Los escépticos aunque negaron la existencia de las divinidades, pensaron que no había pruebas para su existencia ni para su no existencia. Estas escuelas no produjeron nada esencialmente nuevo distinto de las reflexiones previamente existentes.

La expresión no cristiana más perfecta de las tendencias religiosas filosóficas de este período helenista aparece en Plotino (203-270) y los representantes de la escuela neoplatónica. La filosofía de Plotino tiene a la vez un carácter teorético y práctico. Se trata de una teoría que explica la relación del mundo con el ser divino (el Uno) así como una teoría sobre el modo de unión con Dios. Se trata de una filosofía orientada religiosamente, en la que los problemas de los primeros siglos fueron recogidos en un esquema metafísico, que a su vez tenía un carácter propedéutico respecto a la experiencia mística.

[1] Talasocracia, o dominio de los mares (en griego θάλασσα, thalassa, «mar», y κρατος kratos, «poder») es un concepto geoestratégico que denota al estado cuyos dominios son principalmente marítimos. El término fue empleado originariamente para referirse al poder de la civilización minoica sobre las costas del mar Egeo, gracias a la potencia de su flota comercial y de guerra.